INVIERNO IX. Árbol y noche.



“Hay sombras misteriosas, oscuras y cerradas como la noche, en cuyo centro nos sentamos para respirar el enigma.”

Vicente Valero (Diario de un acercamiento. Hojas de verano. Las sombras de verano).



Es enero y la noche cerrada ha cubierto todo el paisaje con un manto negro que clausura realidades y abre los sentidos a la ensoñación, a la búsqueda de palabras que den presencia a las cosas y a los actos, a los vividos y a los soñados.


Creo que la naturaleza nos ofrece casi todas las posibilidades de provocar un huracán o un gran viaje en nuestros pensamientos.


Es noche de Reyes y la salida al borde del pueblo, junto a la carretera, para esperar la llegada de la cabalgata, era cita obligada. Mis nietos, presa de un nerviosismo que despierta mis recuerdos, me apresuran a llegar a la cita con antelación para no hacer esperar a sus majestades.


En la espera, contemplo la noche cerrada y los escasos perfiles que la noche me deja apreciar.


Frente a mí, se levantan hacia ese abismo de negrura, apenas percibidas, las ramas de ese chopo ya viejo, visibles por la poca luz que llega desde las farolas y por su contraste contra el techo de tupidas sombras que las cubren. El escaso viento balancea la ramas, lo que ayuda a hacerlas más visibles, más presentes.


Agradezco la posibilidad de apreciar su presencia en estas horas de la noche, cuando todos pensamos que han desaparecido las montañas, los árboles, los ríos y los caminos.


Es un testimonio más de la permanencia de las cosas en la naturaleza, nunca reñida con la mutabilidad, con el cambio que confirma la vida que fluye por sus venas.


Lo miro y quiero pensar que también ha avivado su luz para ser centinela de la llegada de los Reyes Magos, para poner el pequeño granito de arena de este pueblo a esta noche de sueños infantiles, a ese palpitar de la fe y de la ingenuidad por todos vivida.


La mirada de los niños llega más lejos, orientada al horizonte por el que quieren ver llegar a los portadores de su esperanza.


En silencio, reconozco otra manifestación de la belleza, un canto nocturno que salvaguarda nuestros oídos y aleja la monotonía.


Amillano, enero de 2018
Isidoro Parra Macua

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