INVIERNO VI. LA VOZ DEL VACÍO


“Hasta donde mi vista alcanza, toda morada es provisional.”

Iván Carvajal (Tentativa y zozobra: Del sitio XXI).



Hoy, mis pasos me han llevado por la parte más vieja de Pamplona, pero no la más desconocida.


He subido del río por la cuesta de Santo Domingo y, en primer lugar, me he encontrado con la puerta de los corralillos donde duermen los toros, si duermen, la noche anterior al encierro que protagonizan en San Fermín.


La puerta está abierta de par en par y el recinto respira limpieza y soledad. Supongo que el interés turístico que despierta este evento, ha provocado que el Ayuntamiento haya tomado la decisión de dejarlo abierto para satisfacer la curiosidad de los visitantes a nuestra ciudad. Un cartel explicativo, junto a la puerta, confirma esta opción.


Aprovechando el momento de soledad reinante, me he adentrado despacio en el recinto y he querido escuchar la respiración de los toros que ya han estado y abandonado este lugar.


El espacio, rodeado de muros de piedra y de vallas de madera, especialmente preparadas para este lugar, se me ha hecho extraño; el vacío físico se multiplicaba por mil mientras pensaba en la significación y uso de este corral de espera, de antesala de la velocidad y la muerte.


Lo visito y lo vivo como cuando he visitado los sótanos de un circo romano, el lugar en el que los actores esperan su suerte en el festival.


No he podido pensar, solamente me he dejado invadir por la belleza del vacío, por la asepsia de los suelos limpios, por el silencio que lo llena todo sin dejar espacio para las palabras.


Me doy la vuelta y me voy también en silencio. Me cuesta unos cuantos metros despejar mi cabeza del impacto recibido y llenar los espacios que han vaciado las ausencias.


Pamplona, enero de 2019
Isidoro Parra

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