INVIERNO XVI. Temprana resistencia

“Y entonces Lázaro habló

y dijo: ¿O no hay violencia acaso

en la resurrección.”

Ada Salas (Diez Mandamientos). 

Es enero y el invierno ha hecho acto de presencia con malos humos. El viento azota paraguas y personas, arrastrando una lluvia fría que te hiere en el rostro como pequeños puñales. El cielo presenta un barrido de grises ceniza que tiñe todo el paisaje de tonos monocromos.

Arropado, casi escondido en mi bufanda, acelero mi paso para entrar en calor, pero mis zapatos se van empapando del agua que cae y mis pasos me llevan hacia mi casa para resguardarme del temporal.

Cuando me voy acercando, la lluvia me da una tregua y puedo cerrar mi paraguas unos momentos.
El aire, henchido de humedad, controla mi respiración como un director de orquesta que invisible dirige mis pasos.

De pronto, junto a mí, pocos metros más adelante, se hace presente un árbol desnudo del que penden unas temblorosas flores blancas y rosadas. Son las primeras flores que anuncian la primavera desde las ramas desnudas. 

Me acerco y observo que las flores tiemblan de frío, como yo, castigadas por el viento y la lluvia, pero resisten. Parece que su instinto hubiera rebajado sus expectativas y en lugar de mirar hacia arriba, orientan sus flores hacia el suelo, protegiéndose de estos días desapacibles.

Esa aparente sumisión no es otra cosa que una defensa en toda regla. Ahí, algo agazapadas, esperan la llegada del sol, de mejores temperaturas para erguirse con fuerza, para reclamar su espacio en el festival que se acerca.

Yo me alegro de que todo se renueve, de que esta aparición anuncie la próxima estación, de que la vida se recree de nuevo y nos transmita esperanzas y, aunque sea por solo unos instantes, destierre el temor de nuestros ojos.

Digo adiós a ésta húmeda belleza que surge del frío para anunciar el nuevo ciclo y me llevo algo de su mensaje en mi retina mientras las nubes más grises lanzan una nueva descarga de lluvia sobre mi rostro.

Pamplona, enero de 2019

Isidoro Parra.