INVIERNO XVIII. Fuegos preciosos.



“Bienaventurados los que aman el absurdo

porque descubrirán certezas que los demás ignoran.”

Rafael Múgica (La Soledad cerrada: Bienaventuranzas).



¿Por qué estas formas?. ¿Por qué esta combinación de colores, de formas, de texturas?


¿Qué he hecho para merecer esta sorpresa en esta mañana soleada de febrero?


Observo lo que me encuentro ante mí y no puedo mover el siguiente pie sin detenerme a contemplar, a intentar entender o a nutrir mi ignorancia.


Esto no parece un nacimiento tímido, inocente; más bien me recuerda a un festival de fuegos de artificio, una composición nueva, innovadora, que roza lo imposible, lo impensable.


Es un nacimiento en plena explosión, dando todo de sí, enhebrando su crecimiento con la fe de una vida nueva, llamando la atención con el lanzamiento de una promesa de belleza futura.


En su expansión parece que quieran abarcar más aire, más sol; su pequeño crecimiento se alimenta de tímidas llamadas de atención, de impulsos vitales en busca del espacio, del aire que lo llena.


¿Cómo pudieron crearse tantas y tan diferentes formas de vida? El origen de las especies se queda corto para que los ignorantes como yo podamos entender este milagro.


Por ello, me detengo y miro, me sorprendo y vuelvo a mirar, me maravillo y sigo mirando.


No lo entiendo, pero me asombra, me deja mudo y absorto en una burbuja húmeda en la que mis pensamientos vuelan por esas formas imposibles, por esos colores perfectos.


Acaricio suavemente sus bordes para sentir la dulzura de esos primeros brotes que anuncian la estación de la sonrisa, de la sorpresa de la luz.


Me alejo lentamente sin darle la espalda a esta maravilla, con la sonrisa distante del más puro agradecimiento, intentando fijar su belleza en mi retina.


Pamplona, febrero de 2019

Isidoro Parra




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