CARTA ABIERTA Nº 2 A IÑAKI DESORMAIS.


Buenas tardes, Iñaki, después de vivir unos días recorriendo y disfrutando tu poemario “Antología del desamparo” y ante la ausencia de libros tuyos en las estanterías de las librerías de Pamplona (no esperaba menos de una industria que no guarda recuerdo de sus proveedores -que no son las editoriales ni las distribuidoras), me he dedicado a buscar en internet, en librerías de segunda mano, los libros tuyos que podía conseguir.


He recibido varios.


Por seguir un orden cronológico de escritura o de publicación, he leído en primer lugar “¡Ea, búnker, ea, ea, ea!”, un libro en el que relatas tu intento de dejar la Administración, a tus treintas, embarcándote en la experiencia del lanzamiento de una publicación social, política, he creído entender que bajo el paraguas de la antigua UCD.


Deduzco que la profesión periodística, sobre la que actualmente echamos pestes por sus contenidos y por el trato que da a los profesionales que trabajan para ellos, ya era precaria, delicada e incluso peligrosa en aquellos años, inestable como pocas, sujeta a las veleidades e intereses de sus Consejos de Administración.


Parece ser que la experiencia no fue para ti muy satisfactoria. Te volcaste y, pasados unos meses, te encontraste tirado, como quién se cae de un carro inestable.


Tal vez no hubo heridas físicas, pero las hay que, sin dejar huella aparente, dejan más secuelas que un puñetazo en el ojo, dejan sembrada la semilla de la desilusión, de la desconfianza en lo colectivo, de la duda de poder hacer algo correcto, digno. Eso queda ahí, sepultado, pero no tanto, en los pliegues de la conciencia.


Estoy seguro que en esos momentos -a mí me ha pasado en otras situaciones- la familia, que todo lo entiende y lo aplaude, fue tu sostén y tu apoyo, el trampolín al que seguro subirías para poder lanzarte a otros proyectos porque seguro que lo hiciste.


Tu lenguaje es duro, incluso en los pocos poemas que incluyes en el libro, directo. En sus líneas, eres una voz herida, maltratada, desconcertada en ocasiones.


De todas formas, esos días quedan ya lejanos en la mente de todos, pero soy de los que piensan que todo suma, que lo único de lo que hay que arrepentirse en esta vida es de lo que no has hecho.



Tras esa lectura, he comenzado a abrir ese libro tan especial, “Matad al dinosaurio”, publicado en 1983, en el que combinas prosa y poesía, con dibujos de Jesús M. Iricibar.


También es un libro de contenido político y social, pero la poesía más personal empieza a aparecer.


En sus páginas leo el deseo, el compromiso por hacer algo que tenga que ver con la sociedad en la que vives, buscando un cometido que parece no encontrar el camino ante las dificultades impuestas por “las autoridades”, no solamente las políticas.


Hay momentos en que tus párrafos son páramos grises, sin vegetación, azotados por vientos que pasaron y no volverán (El viento se ha ido para siempre y en sus balsas…).


Algunos poemas son testimonio de una rebeldía, especialmente cuando hablas de los verdugos y sus actos, pero ya hace presencia “el alba”, uno de tus soportes futuros para momentos dulces, de horas para hacer volar los sueños. Ya apuntas que el alba es el espacio reservado para la calma, para la confusión de los malvados. A pesar de que intentas callarte como un monje, no aguantas las espinas de tu cuerpo, tu deseo ineludible de ser crónica de tu tiempo.


A pesar de los muchos versos que deberían recordarse, en la primera parte me queda la sensación de que otorgas más importancia a lo que quieres decir, a lo que quieres que se lea, que a la forma de contarlo.


Me encanta el final de ese poema “Lista fulminante”, cuando dices: “…, yo seré brisa libre de lanzas cerca de los astros”. En todo el poema expulsas tu rabia, identificando y separando a los enemigos de los que no lo son. 


Todos tus poemas son una búsqueda de un lenguaje propio, expresando la necesidad que tienes de contar lo que ve tu mirada y lo que vives en un mar de desaciertos de la sociedad.


Eres rotundo cuando apartas los velos, cuando identificas al destinatario de tus críticas. Me refiero a tu poema “Esperanzas de ceniza” que incluye ese pensamiento tan profundo y triste, lleno de un escepticismo que creo no practicabas: “Sólo la indiferencia y el disimulo permiten sobrevivir, ..”.


Hay vuelo y certeza en tu poema “Aves del cielo”. Hay también creencia, fe en la importancia de los extinguidos, de las buenas esencias perdidas, aunque les llames pájaros.


Llamas “sierpe” al tirano y a la tiranía, en defensa de los que vendrán, lanzas un grito de denuncia y de aviso para los ingenuos, para los que puedan llegar con su alma limpia. Tu miedo y la existencia del tirano lanzan esa denuncia desde tu poema “Persecución”.


Suena a profundidad muy meditada tu poema “Conformidad”, en el que reclamas el contraste que nos inmuniza contra la dirección total, frente a la monotonía hacia la que nos empuja el poder. En el mismo poema avisas de algo que nos pasa a muchos, que afrontamos las cosas de forma directa, sin la oportuna estrategia torticera que te asegure el éxito. Para ello, nos traes el recuerdo de tu madre y sus dichos. También hay rotundidad, mucha rotundidad, cuando sentencias que el precio de la discrepancia es el exterminio de uno por todos los demás.


Belleza enredada entre huecos y pieles, entre mares y musgos, has volcado sobre el papel para hablar de la unión de dos cuerpos, de dos seres, producto del amor, en tu poema “Pareja”.


Tengo que decirte también, Iñaki, que hay muchos poemas que se me han resistido, que no he llegado a entender su significado, pero quédate tranquilo. Creo que obedece más a mi ignorancia que a cualquier fallo por tu parte.


Me gusta cómo condensas una visión sobre la vida cuando en tu poema “Comunicando”, expresas la idea de que vivir es disfrutar o padecer algún tipo de comunicación. Esa frase me ha hecho pensar mucho en la buena y la mala utilización de la comunicación, en los distintos tipos y momentos de la comunicación, de los objetivos que perseguimos con ella en cada momento.


Siento no haber afrontado la lectura de este libro como en muchas ocasiones hago con la prensa escrita: empezando por el final. Si lo hubiera hecho, me habría encontrado con tu “Prolegómeno último” y habría entendido mucho mejor muchos de tus poemas y tus prosas. En ese final comienzas diciendo: “… este ha sido mi llanto discrepante..”. No solamente dices eso que, ya por sí solo, explica el libro entero. Continúas: “… para expresar, provisionalmente mi transitoria eternidad de cachondeo rebelde y de pureza química de ignición inundada”.


Todo ese torrente de palabras, algunas nuevas para mí, que vuelcas a lo largo de estas páginas, con el ímpetu de un torrente que no se puede domar, que huye de las canalizaciones, que, en resumen, busca y defiende la libertad y la mirada a los demás, se resume en ese prolegómeno con el que cierras el libro.


Estos dos libros, Iñaki, me han ayudado a conocer algunos momentos de tu vida, los orígenes de la fuerza de tu lenguaje poético.



Puedes hacer con esta carta lo que quieras, Iñaki, a mí ya me ha servido y porque siempre me enseñaron a ser agradecido, tengo que dártelas de todo corazón. Gracias.


Pamplona, marzo de 2021

Isidoro Parra.


P.D.: Iñaki, te aviso de que puede llegarte alguna carta más. Lo siento.




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