CARTA ABIERTA Nº 5 A IÑAKI DESORMAIS.


Iñaki, en estos días últimos, primeros días de abril, he leído tres libros tuyos de poemas que escribiste en los años ochenta. 


Para no extenderme demasiado y, con ello, correr el peligro de ser repetitivo como un papagayo, en esta ocasión y para esta carta, he optado por comentarte lo que me ha transmitido un poema de cada uno de los libros, aunque, en algún momento, no me he podido resistir a hacerte algún otro comentario.


Te escribo estas líneas desde el jardín de mi pequeño monasterio, en Amillano, al final de una mañana que prometía lluvia y ha resultado un fiasco para las previsiones. Ahora mismo, el sol, empañado, como un rostro por un velo, por el polvo sahariano, calienta mi piel y los campos verdes. Ante mí, se extiende el valle de Allín, coronado por la sierra de Loquiz; los campos de cereal están tomando ese color verde oscuro, profundo; los árboles que bordean y señalan el curso del Urederra se van tiñendo poco a poco de ese verde claro, tímido, de las primeras hojas brotando. Frente a mí, algunos pueblos pequeños, pero ricos de presencias, y, entre el verde cereal, los campos amarillos de colza.


A mi alrededor, son varios los pájaros que cantan y vuelan, acercándose como intrépidos exploradores por el césped, frente a mí. Pienso si algunos de ellos son descendientes de los pájaros que tan frecuentemente mencionas en tus poemas.


En esta tierra, la primavera es intensa, muestra desafiante toda la fuerza de la naturaleza.


El primero de tus libros es “Tiempo provisional”, publicado en 1987 y editado por “Estudio de Proyección Editorial / Comunicación Literaria de Autores”, de Bilbao


De este libro, después de leerlo, he tenido que volver al primer poema del libro, en el que me ha parecido leer una declaración universal de desbroce y precisión del ser, de ser únicamente lo que somos en medio de nuestras limitaciones, siempre a merced de lo que no dominamos, siempre rodando, siempre cayendo, siendo voces y siendo nadie. Aunque lo recuerdes, déjame reproducirlo por si esta carta pasa ante los ojos de algún otro limitado ser:


“Somos en otra forma de la tierra 

tierra suelta que rueda de pendiente 

por mapas y por frascos 

la buena tierra digerida 

de invisible lombriz universal 

tierra alzada a rebaños y a enseres y hendiduras grabadas 

alucinada tierra 

con semillas de imagen 

y la voz animal de las ideas 

que piensan en sí mismas que no piensan 

y piensan que caen mientas caen 

por el aguado cuchillo del vacío 


somos voces que dicen somos nadie 

nadas que dicen somos nada 

mientras algunos perdemos los brazos intentando 

descuartizar los viejos mares con la espalda.”


Como te he dicho, me resisto a no comentarte algunos versos que han despertado en mi, al leerlos, sensaciones ya vividas, momentos a compartir entre presentes y ausentes.


En uno de los poemas finales, dices: “Primero que la muerte es el silencio…”. Pienso en que es cierto que el silencio, a pesar de los llantos, siempre acompaña a la muerte y que también hay mucha muerte en el silencio en el que vivimos, aunque hablemos de él como necesario para vivir. 


Hay otro verso que me ha llamado la atención en un poema, casi al final de libro: “la más mínima victoria precisa hermosos mares de aislamiento”. Es cierto, Iñaki, porque qué sería de nosotros, me pregunto, si encadenáramos victoria tras victoria, si tras un pequeño triunfo no tuviéramos la posibilidad de abismarnos en un territorio en el que nos sintamos perdidos. 



El siguiente libro que he leído, “Levitación desde el caos”, fue editado en 1987 por el Ayuntamiento de Teruel y fue premio “Amantes de Teruel” en el XXVI Certamen Nacional de poesía. 


De este libro, me he detenido en dos poemas. Uno de ellos, me habla de la soledad que todos, yo también, por supuesto, he sentido y siento en muchos momentos, a lo largo de mi vida. Esa soledad que, en algunos momentos deseamos como necesaria, pero que, al tenerla, corres el peligro de que te llague y te distancie de tu propia conciencia, que te lleve a gritar cuando no puedes encontrar el camino de vuelta:


“La calle

tiene

espinas de soledad.

El hombre 

convertido parcialmente 

en sus pasos


semidesnudo de conciencia 

semillagado de rutina 

incierta


no sabe si perdura

o debería 

estar gritando ya”


También me he quedado con este otro poema en el que utilizando como vehículo a la poesía, te despachas en un lamento por la limitación de la vida, por nuestras incapacidades para no poder hacer volar una brizna de hierba con la sencillez que lo hace el viento, donde lamentas el trágico rigor de la materia, el reconocimiento de la llama que no deja residuo:


“Pronto la poesía es el lamento 

de la vida por todo limitada 

el soplo que no puede conmover a las estatuas.


Pronto el absurdo, el grito ciego 

la petición extensa 

el empeño de soslayar el trágico rigor de la materia 

se contagian 

de la condena densa del vacío 

de la maldita forma muerta universal 

cuyo milagro, cuyo goce en 

germen, cuya supuesta vida fue 

como dijimos al principio, poesía: 

una llama que pasa sin residuo 

una luz sin ceniza.”


Al final del libro, en uno de los poemas finales, vuelves o comienzas, qué más da, a intentar atrapar al alba, a enfrentarte, de su mano, a la mañana que llega cargada de amenazas. Es el final del poema “Un caracol…”



“Esta es el alba, con la noche 

cayendo de los hombros 

solamente dulzura 

si en lo posible ya de lo probable, es única 

un alba que te pueda privar de la mañana.”



Por último, Iñaki, quería decirte que también he leído tu poemario “Libro de infames ilusiones”, editado en 1990 por el Área de cultura del Ayuntamiento de Palma del Río.


En este poema que he elegido, vuelves a enlazar la noche, las horas y el alba. Creo que el poema tiene un ritmo similar al que se produce en una noche tranquila, una noche que quiere ser vivida, que no queremos que dé paso al día y a su carga de mentiras y falsedades, de apariencias, pero que sabemos que pasará y dejara el espacio a la luz no deseada. Yo, Iñaki, lo entiendo porque así lo he sentido muchas noches:


“La noche ya aligera

se percibe, escapando de sí misma 

como la brisa que al moverse anuncia 

el hueco leve del aire detenido


Noche 

ocultamente coitada del alba 

manifestando fiebre 

de luz prohibida o no llegada 

y el sentido trashumante de las horas 

de la luz 

y de la cárcel de los días.”


Iñaki, en estos tres libros he sentido con tus poemas la frustración por no poder entender algunos de ellos. Me faltabas tú para conversar sobre tus fantasmas, pero no quiero reivindicar espacios y ausencia de cercanías que otros sienten con más motivos, otros que a falta de tus palabras, conversan conmigo y a través de los cuales siento que también me comunico contigo.


Un abrazo,


Pamplona, abril de 2021

Isidoro Parra.


Comentarios

Entradas populares