PRIMAVERA XXIII. Cactus en flor.

“Sólo cuando nos sorprendemos estamos vivos.”

Pablo D’Ors (Entusiasmo)

Llevas más de tres años conmigo, acompañándome en tu pequeñez, creciendo poco a poco, una bola rugosa o dos cada año, ocupando lentamente el espacio de la maceta, sin prisas.

Te miro en la distancia, con cierto cuidado, porque en alguna ocasión que he ido a quitar alguna hierba invasora que ha surgido en tu espacio, me has saludado con tus agudas espinas clavadas en mis manos, siempre dispuesto para la defensa.

Te miro y te admiro. Has aguantado la sed de los veranos, el frio de los inviernos y no te has quejado. Te he mirado sin que me produjeras sensaciones diferentes a la inmovilidad y a la distancia.

Pero cuando he llegado este sábado a mi casa, he dejado vagar mi mirada por árboles y plantas y me has saludado con otro semblante.

Tus superficies rugosas, llenas de pinchos, estaban cubiertas de flores de color naranja, flores inesperadas, con un naranja más vivo que el que percibo en otras plantas y he sonreído con placer, despacio, deteniéndome en tu belleza.

He sonreído porque me he dado cuenta que ocultabas ese tesoro, que me lo estabas ofreciendo ahora sin alardes previos, sin avisos de ningún tipo, por el simple y no menos importante motivo de mostrarme la belleza con la que me puedes sorprender. 

Te he regado con mimo para agradecer mínimamente tu regalo.

No te he hablado, pero te he mirado con respeto, porque ni he percibido reproches por el olvido en el que te he tenido, como proceden los grandes, los limpios.

Tú, pequeño cactus, como ocurre a veces entre los hombres, me das una lección de generosidad, gratuita, para ayudarme a crecer.

Gracias.

Amillano, mayo de 2018

Isidoro Parra.