PRIMAVERA XXVIII. Ribazos en flor.

“La realidad no solo es lo que es, sino también el modo en que la miramos. Y es sabido que el modo de mirar transforma ya las cosas.”

Ismael Grasa (La hazaña secreta)

Hay momentos que también me sorprenden a través de la mirada sensible de otros, de amigos con los que estás más conectado en algunos años de tu vida, con los que te preocupas de alimentar una relación que, sobre todo, es el resultado de una voluntad.

Hoy he recibido de José Luís una fotografía sencilla, habitual en los caminos de nuestro pueblo, desapercibida para muchos y atractiva para algunos, para los que además de mirar, ven.

El camino, que sale o vuelve, nunca se sabe, es uno cualquiera, lleno en esta primavera de flores en sus ribazos, flores que separan el asfalto de los cultivos, flores que nos atropellan como una llamada a la fiesta, como un exceso para los sentidos, imposibles de abarcar.

Me fijo en las amapolas, en las malvas, en las flores de la colza, en las bolas de los ajos silvestres, todas unidas en una explosión para el deleite de mi  mirada.

Desde mi receptor móvil, parece que se hubiera abierto ante mí una ventana a los recuerdos, a la lujuria de la primavera.

Y pienso cuáles son las razones que, a veces, me llevan a buscar la belleza prefabricada cuando la naturaleza guarda tantos cuadros vivos, móviles, que puedo acariciar, que puedo oler y sentir, que me llenan de un aire nuevo el hueco y la herida que dejan mis sueños.

Me acuerdo de aquellos hombres y mujeres que fueron pintores de finales del diecinueve y principios del veinte y pienso que deberían ver esto e intentar volcarlo en un lienzo, aunque no importa, porque ésta imagen llegará también el año próximo y el siguiente, se me ofrecerá hasta más allá del final de mis días en esta tierra. Cuestión diferente será adivinar cuántos años podré apreciarlas todavía.

Un ejemplo más de cómo la vida, la más hermosa, puede surgir de la derrota de cada otoño.

Pienso que esa capacidad de renacer es su victoria sobre nuestras limitaciones.

San Adrián, mayo de 2018.

Isidoro Parra.