PRIMAVERA XXXI. Menorquina.

“Pero existen los puentes que nos tienden las cosas.”

José Mateos (Un año en la otra vida)



Los amigos se quedan en nuestra memoria pegados como la tinta al papel, como la tirita a la herida.


Con ellos llegan sus objetos queridos, aquellos que los identifican, que forman parte de su ser y también se acumulan en nuestra memoria para enriquecer su imagen, para hacerla más real, para conocerlos más.


Hoy, Santiago me ha mandado una fotografía de uno de sus sueños más queridos que, como muchos sueños, es bello y lleno de significados, de ilusiones y esperanzas de vida renovada, porque cuando una persona desea algo tanto, acaba por llevarlo en los ojos como si ya lo tuviera, lo vive antes de poseerlo y lo recibe como un cumplimiento, como un reconocimiento.


En este caso, además, su envío, sueño hecho realidad, es una invitación, un deseo de compartir, un ofrecimiento que sale de lo más íntimo de los sentimientos y que llega directo al corazón.


Sé que en estos momentos estará pilotando esa menorquina, dejándose llevar por la alfombra brillante del mar y cerca de esos rincones de la costa que lo acogerán y le brindarán el baño saludable, pero esta barca, su nombre, su forma, su color, son más que un objeto, son la belleza de un sueño, son una vida.


Navegando, sus ojos mirarán a lo lejos, hacia la vida vivida y hacia los años por venir, hacia los momentos que nos restan por compartir.


Yo miro la imagen y agradezco el regalo, que no es un regalo material, que encierra más, mucho más, es una alianza, un puente hacia el futuro, hacia vivencias renovadas, a confidencias sinceras, es un espacio para la vida, privado y secreto.


Por eso, es imposible no mirar algunas cosas con la mirada de la alegría, con el agradecimiento por la belleza de la amistad.


Gracias.


Pamplona, junio de 2018.

Isidoro Parra.




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