CAMINO A SANTIAGO. CAMINO AL INTERIOR. Octava etapa.

DIA 26 DE SEPTIEMBRE:

DE BELORADO A SAN JUAN DE ORTEGA.


He dormido como un ángel y de forma ininterrumpida hasta pasadas las seis que ha sonado mi despertador. Aprovechando la privacidad de las instalaciones, me he arreglado en silencio y, sin tomar desayuno, he dejado el mejor albergue que he tenido hasta ahora.


A las siete salgo a caminar, comiéndome un plátano que me compré ayer. Al rato, añado un melocotón a mi desayuno.


Dejo Belorado acompañado de una noche cerrada, acompañado por las sombras todavía oscuras de ese amanecer que tarda algo en llegar. Al rato comienza a clarear y no tengo necesidad de utilizar mucho tiempo mi frontal.


La mañana está más fresca que en días anteriores y los pies, de nuevo con las zapatillas de deporte, no me molestan mucho. Parece que todo se va ajustando, ampollas, uñas moradas, cansancio, tiritas protectoras, calcetines, zapatillas y camino, para hacer un todo que me lleva pacientemente a mi destino diario.


El amanecer titubea, quiere salir brillante, pero algunas nubes le impiden mostrarse en toda su magnificencia. Aún así, el cielo y las nubes son un espectáculo de colores, de densos nubarrones que lo tapan todo, de brillantes rayos del sol que dejan, a su paso entre las nubes, un destello de colores que hablan del día que se acerca.


El camino, entre campos arados, discurre por una pendiente hacia arriba, suave, pero sostenida, dibujando curvas que eliminan la monotonía del paisaje, con el aliciente de que cada tres o cuatro kilómetros hay un pequeño pueblo (Tosantos, Villambistia, Espinosa del Camino), todavía silenciosos a esa hora de la mañana.


En esas primeras horas del Camino, te vas integrando poco a poco con tu misión, tu ropa se ajusta a tu cuerpo, tu ritmo al estado de tus piernas y tus pies, tus pies al camino, tu mente al nuevo día, el aire a tu cuerpo, los colores a tus ojos.


El cambio sustancial en el entorno se produce al llegar a Villafranca Montes de Oca. El pueblo, al que se llega por un sendero junto al río, tiene el aspecto de haber prosperado y mantenido un buen nivel de vida a la sombra del tráfico de turismos y camiones que circulan por ese tramo de  la carretera nacional 120 que une Logroño y Burgos. Dan fe de ello varios restaurantes y un hotel de tres estrellas con un buen aspecto.


Hago un descanso y tomo un bocadillo de pan con tomate en ese formato de torta plana típico de la zona, con una café con leche, descanso y retomo el Camino. Nada más salir de Villafranca empieza la pendiente ascendente y algo dura del puerto de La Pedraza. 


Observo algún haya dispersa pero, sobre todo, el camino y los alrededores están llenos de brezos en flor, de helechos verdes y secos y, sobre todo, de robles, robles no muy corpulentos, pero llenos de hojas grandes que proporcionan vegetación caduca al suelo y alimento a la tierra.


El Camino no es muy ancho y, en su mayor parte, discurre bañado por la sombra de los robles, lo que hace más suave la pendiente y llevadera la subida.


Cuando el bosque clarea, ocupan más espacio los brezos, algunos en flor y otros agostados por el calor y la falta de lluvia.


A media subida se divisan estupendas vistas sobre los bosques de Montes de Oca, esta parte de la Sierra de la Demanda tan poco conocida para mí.


En las laderas del camino hay carteles que indican que la zona es de aprovechamiento de setas y, al mismo tiempo, advierten de la prohibición de cogerlas sin permiso. A pesar de la sequía, no dejo de mirar a los lados por si veo algo y llego a ver una pequeña galamperna que dejo intacta, aunque me acuerdo de las que estarán saliendo en Urbasa. Noto que este recuerdo de Urbasa no es de añoranza, es de simple reconocimiento, pero no echo en falta otro espacio que no sea el Camino, con el que voy construyendo una historia personal.


Otra reflexión sobre el Camino. Con el paso de los días, el Camino te hace algo más humilde y también te da fuerzas; humilde porque te enseña tus limitaciones y fuerzas porque, a pesar de todo, ves que puedes. Es una cuestión de tiempos, de paciencia y de realidad, como la vida.


Te hace más humilde porque si empiezas rápido, no te preocupes, siempre habrá alguien que vaya más rápido que tú y no es necesario que sea más joven ni más fuerte.


Por otra parte, tampoco pasa nada si te pasan unos cuantos. Es posible que en el próximo pueblo os volváis a reunir. El camino agrupa y separa; separa y agrupa.


Al final, te alegras, llegues antes o después, de encontrarte con caras conocidas; unos días llegas tú antes y otros días después.


El camino te hace igual a los demás. Te hace sentirte bien porque vas siendo consciente de que puedes hacerlo, pero te cura de vanidades y orgullos vacuos viendo la cantidad de gente que lo hace y muchos de ellos mayores y con más peso que tú.


Hasta el momento me ha impresionado el hombre joven con parkinson avanzado que conocí en Los Arcos, una señora muy mayor y otra señora con mucho sobrepeso que citaba también en otra etapa anterior. No sé lo que habrán hecho ni hasta dónde habrán llegado porque los he perdido de vista, pero llegaran a dónde hayan llegado, su proeza supera la de la mayoría de nosotros.


Rescato a San Juan de la Cruz:


(Esposa)

Y todos cuantos vagan 

de ti me van mil gracias refiriendo,

y todos más me llagan,

y déjame muriendo

un no sé qué que quedan balbuciendo.


En este tramo me vienen a la mente mis sobrinas, las hijas de mi hermano, Nelly, Susana y Lourdes. Nelly, algo más que bondad, construyendo el edificio de su vida con el apoyo incuestionable de Santiago, superando entre ambos todas las piedras, incluso si son montañas, las personales, las propias y las de los que les rodean, siempre abiertos a la llamada, al contacto, a la cercanía, al cariño, siempre respetando y asumiendo. Gracias. Susana, con su querido Juan José, con sus hijos, dando ejemplo también de su voluntad de construir, de su comprensión y su capacidad de dar respuestas, con su entrega y su corazón, con su imagen que me recuerda a su padre, mi hermano, aunque también hay rastros de Bados. Gracias. Lourdes, tan Esther, aguantando, aferrándose a que la vida luzca para ella, para esa hija que le da sentido, con su risa espontánea, con su capacidad de ser ella sobre todas las adversidades. Siempre en mi pensamiento. Gracias. 


Paso por una zona de pinares muy altos que bordean un camino ancho que supongo funciona también como cortafuegos. A lo largo del Camino, peregrinos o grupos de excursionistas han ido dejando figuras hechas con piedras, corazones, mensajes, flechas que indican el Camino. Saco unas fotografías con los símbolos y la huella de mi sombra.


Pienso en Amparo y en su puntualidad del mensaje de principio de cada mañana, una puntualidad que es signo de que estoy presente en su mente a diario, de que le importa lo que estoy haciendo, pero cómo no va a ser así con todo lo que nos une. Una historia larga, de momentos difíciles compartidos, en épocas con distancia física pero nunca con olvido, con algo profundo que se ha asentado en nuestra amistad que nos lleva a saber que estamos siempre el uno para el otro, con inquebrantable necesidad y afecto. Poco a poco, a veces solamente dejando pasar el tiempo, en otros casos con silencio y en otros con una llamada perentoria, hemos fabricado esta morada. Una persona en nuestra vida, desde hace tiempo y para siempre. Gracias.


Un poco más adelante, me topo con un pequeño campamento en pleno pinar, con banderolas de colores, estilo budista, de árbol a árbol, hamacas colocadas a la sombra y árboles decorados con pequeñas rodajas de troncos de pinos coloreadas con nombres de los visitantes.


Aunque el Camino sea más corto que el de ayer, los últimos kilómetros son siempre los más largos, como todos los días.


Llego bien y relativamente pronto a San Juan de Ortega, un pueblo con una docena de casas y un gran monasterio que me sorprende. A veces, llegar a un sitio sin haber leído nada sobre el mismo te aporta el factor sorpresa que engrandece la contemplación de la maravilla con la que te encuentras y el deseo de conocer más sobre éste y otros lugares.


Entro a visitarlo antes de pasar al albergue y me sorprende un capitel sobre Roldán, un sepulcro gótico encargado por los Condes de Haro para su última morada y la tumba de San Juan de Ortega bajo un retablo del juicio final, en madera, impresionante.


El albergue, llevado por voluntarios, es pintoresco aunque de mucha menor calidad que otros. Está ubicado en un edificio anejo al monasterio, con su patio interior porticado que le da un aire medieval y me lleva a pensar en cómo sería el Camino en aquellas épocas.


Mis pies sufren pero parece que aguantan, salvo las uñas de los dedos gordos que cada día adquieren una mayor intensidad en el morado.


Mando mi mensaje: “Octava etapa finalizada, de Belorado a San Juan de Ortega, 32.738 pasos y 27,3 kilómetros. Ahora a la deseada ducha."


Ducha, cuidados de mantenimiento y lavado de ropa que tiendo en los pórticos del primer piso del patio interior. Como unos frutos secos y alguna fruta que llevo en mi mochila y opto por aguantar un poco el hambre hasta la cena comunal que se facilita en el albergue. 


Las lecturas discurren sobre Steiner, Copérnico, Zagajewski, Guerra y Paz y Tú no eres como otras madres.


Después de una tarde apacible, leyendo y escribiendo, he preguntado qué tipo de frailes, si los había, regían el monasterio, pero me responden que no hay ninguno desde la desamortización de Mendizábal. También me dicen que viene un sacerdote a decir la misa de peregrinos en el monasterio.


De Steiner, me hace pensar un poco más la siguiente frase:


“Hitler lo expresó sin ambages: El judío ha inventado la conciencia. Después de eso, ¿cabe algún perdón?.”


“La vocación de invitado, la aspiración de mesianismo, la función de ser insomnes y causar irritación moral al resto de los hombre se me antoja como el mayor de los honores. Dondequiera que estén presentes o logren prosperar, la barbarie, la estupidez y la intolerancia escogerán como blanco a los judíos. Ciertamente un pueblo elegido y un club al que jamás renunciaría (aun cuando esto fuera posible).”


Declaraciones profundas que pueden cambiar algunos ángulos de visión.

 

Como esto del Camino te toca un poco y no sabes por dónde tirar, me animo a ir a misa y acudimos tres personas mayores del pueblo y peregrinos de todas partes del mundo para asistir a una misa especial para caminantes con libro para seguirla en todos los idiomas. De hecho, una australiana lee oraciones en inglés.


Se crea un ambiente especial, creo que en este caso también por la personalidad y palabra del sacerdote y algo interior me impulsa a tomar la comunión.


Al salir de misa, voy a cenar a un comedor en la planta baja del albergue, en el que los mismos voluntarios ofrecen una cena sencilla pero suficiente, en un ambiente de peregrinos que ocupamos las largas mesas de la sala.


Por la noche, en el amplio dormitorio lleno de literas, se suceden los pedos y ronquidos a discreción que me impiden descansar como en días anteriores.


Recuento físico:

Pasos del día: 32.738. Acumulados: 260.129.

Kilómetros del día: 27,3. Acumulados: 205,9.


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