VERANO XX. Sinfonía.


“Sin fragilidad no hay, no puede haber belleza.”

José Mateos (Silencios escogidos)


Vuelvo sobre la rosa mosqueta, de la que ya hablé y me maravillé en primavera, cuando sus flores eran el foco de atención para mi.


Ahora, pasados unos meses, la planta ha evolucionado: sus hojas comienzan a escasear y a tomar un color amarillo, algo marrón, las flores hace muchas semanas que desaparecieron, pero han dejado el hueco a sus bayas, esas bayas rojas, tan atractivas como una sinfonía de colores que va del amarillo, pasando por el naranja, hasta el rojo más oscuro y más brillante.


Nada es igual que en primavera, hoy me habla de su oferta de final de ciclo, de lo mejor que tiene, de lo que ha trabajado dirigiendo su savia y su fuerza al crecimiento y maduración de esas bayas, sabiendo que contienen los sabores y propiedades que disfrutaré. Y me siento feliz de encontrarme con ella y analizar su tamaño y su momento de madurez, de que un año más me dé la oportunidad de convivir con ella.


La miro y tengo la sensación que las hojas se han ido cayendo para que las bayas destaquen más entre el ramaje desnudo, para poner de manifiesto toda la belleza de sus frutos.


En unos meses, algunos de sus frutos, ya desecados y en infusión, regarán mi garganta para ayudar a mi cuerpo en su defensa contra los catarros.


Otros frutos habrán dado su color y su sabor para crear el licor que me dará otros placeres.


Y pienso en cómo un arbusto tan común en nuestra tierra, tan gratuito, puede dar tanto: la flor con sus delicados colores rosáceos y la frescura en primavera, la sazón de sus bayas en verano y en otoño, mientras nosotros, a veces, molestos por los pinchos que les defienden, los castigamos cortándolos, acotándolos, intentando que se acomoden a nosotros en lugar de dejarlos ser. Es como si tuviéramos el convencimiento de nuestro poder sobre ellos, de nuestro dominio egoista, como a veces nos pasa con la gente que amamos. En uno y otro caso, siempre nos equivocamos.


Hoy, por el momento, quiero agradecerte tu presencia, tu color y tu ofrenda.


Amillano, septiembre de 2018.

Isidoro Parra.


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