CARTA ABIERTA Nº 7 A JOSÉ MATEOS.


José, ayer acabé de leer tu poemario “Canciones”, tan suelto, tan denso, tan variado y tan concreto, siempre trabajando con el encuentro de los contrarios.


En tu poema introductor, “Preguntas a una sombra”, me he quedado con el paso a medio dar, parado, con ese verso: “Saber si eres semilla o sólo olvido” y me he hecho muchas preguntas, he repasado algunas relaciones de mi vida, algunos momentos, para intentar entender, pasado el tiempo, si una persona determinada ha sido para mí semilla o sólo olvido. Le doy vueltas, porque lo fácil es decir que todos han sido, incluso nosotros mismos, semilla en un momento y olvido en otro, pero también he pensado si no lo somos al mismo tiempo, semilla y olvido. No son términos contrarios, creo que van parejos, se acompañan y, gracias o a pesar de ellos, aguantamos como podemos.


En la canción 1, comienzas el poema con estos versos:


“Todavía casi un niño

y te sentaste a esperar 

a orillas del gran silencio.”


También en este caso, he echado la vista atrás, a mi infancia. Recuerdo que en algunos momentos también me quedaba ensimismado, sin saber qué me pasaba y sin llegar a pensar en nada concreto. Tal como lo expresas, aunque te refieras a otra cosa, me abre las posibilidades de creer más en mí.


En ocasiones, los poemas cortos, si están bien construidos, son más rotundos que los poemas más extensos. He recordado esta idea mía al leer tu poema Canción 3, en la te remontas a la juventud para hablar del tiempo. Ineludiblemente, todo se pasa, se va y se pierde.


Canción 7. Siempre dejamos pendiente resolver temas y diferencias con nuestro padre, hasta que uno se va y ya resulta imposible. Solo queda intentar entender, aceptar y enviar un mensaje atado a la pata de una paloma.


Deseo y esperanza sin sentido en ese pacto, por otra parte siempre deseado, entre la vida y la muerte que reflejas en tu Canción 9.


Y qué decir de esa afirmación de tu Canción 10, esperando y deseando que el final sea el inicio, que la partida sea un llegar para volver a partir. Lo firmo, José.


La muerte y tu alma hacen un recorrido encontrándose, evitándose, caminando a la par, a lo largo de muchos poemas. Me gustaría saber si esa amistad continúa.


Tu canción 21, en la que hablas del tiempo, de paisajes y de esperas, la acabas con estos versos:


“La vida las mismas notas 

no las repite dos veces.”


Así lo sentimos con más crudeza los que vamos cumpliendo más años. Nos pasamos la vida esperando la segunda partida del mismo tren, la misma lluvia que aquél día de septiembre, la misma luz de aquel otoño, la misma ola de aquella playa, la mirada que nos pareció intuir, pero no se repite, … nunca.


La lectura de tu canción 24 me ha hecho pensar si la vida es demasiado corta o es que somos perezosos para dar el paso necesario, a veces prometido. Me pregunto qué pasaría si la vida durase el doble: creo que fallaríamos de la misma forma.


He recorrido el libro y ya iba a cerrarlo cuando mis ojos se han quedado clavados en el final de ese epílogo:


“¿Por detrás del silencio hay más silencio 

o el silencio es la voz del Dios que falta?”


En algunos momentos, cuando mi mente sale de paseo con el misterio, entre otras cosas, disfruto del silencio y nunca he pensado que hay otro silencio oculto tras él. No lo he pensado porque el silencio, creo que a mí y a todos, nos habla. En estos momentos, me incomoda meter a Dios, si existe, en ese silencio.


Antes de despedirme, José, tengo que decirte que me han encantado tus haikus. Es una forma poética que siempre me gusta porque tal vez me gustan las sentencias breves, condensadas. 


Gracias José, por estos poemas.


Un abrazo.


Madrid, agosto de 2021.

Isidoro Parra.



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