OTOÑO III. Fuera de lugar.


“La rosa que al morir se vuelve eterna, 

La vida que es verdad y no es verdad”

Felipe Benitez Reyes (Ejercicio retórico con la imagen de un jardín – Ya la sombra)



Esta mañana he vuelto a recorrer las orillas del Arga, otro de los espacios en los que crece mi equilibrio y mi ser se llena de paz y belleza.


Una de las partes más singulares es la zona de las antiguas huertas de Aranzadi. Los caminos se entrecruzan para trazar un recorrido que te lleva a contemplar la fuente de los productos que llegan a los mercados de la ciudad, con sus verduras de temporada alineadas sobre la tierra. Estas grandes mansiones pertenecen a un tiempo ya pasado, un tiempo de rumores de fuentes en los jardines, un tiempo de grandes árboles proyectando sombra sobre veladores que hoy se ven como obras de arte.


Hoy, en esos espacios, reformados para el disfrute de todos, se ubican enclaves que siembran la esperanza en escuelas de agricultura y jardinería y, en la medida de lo posible, se han conservado algunos vestigios que recuerdan tiempos pasados, otros usos y otras costumbres.


Entre esos espacios, hoy me paro frente al hórreo de Aranzadi, un recuerdo de una prueba de amor; extraño en estas tierras, pero más que entendible si uno piensa que surgió del amor que el propietario de la casa aledaña, Gure Ametsa, sentía por su mujer, asturiana de origen. El hórreo fue construido en secreto para ofrecer la sorpresa a la amada y hoy nos contempla como recuerdo y testigo de vida.


Su volumen y su belleza me retienen frente a él y me traen a la mente otras tierras, otros prados y otros árboles, el olor a la sidra, las mañanas nubladas del atlántico, el color de los eucaliptos y las suaves montañas de los valles de Asturias y agradezco aquél gesto que hoy nos permite gozar con su visión, que me trae la imagen de los ojos de la amada, llenos de sorpresa, y el aleteo de su corazón en un momento que seguro iba a recordar toda su vida.


En la contemplación, su significado y origen cobra una importancia añadida, un valor de vientos que vienen de lejos, que nos hermanan, que nos hacen más iguales cuando ponemos los sentimientos muy por encima de las normas y viene a demostrar, una vez más, que lo que se hace por amor perdura, visible u oculto; pero alguien ya nos habló desde muy adentro y con palabras sabias de la importancia de lo esencial que muchas veces es invisible a los ojos.


Pamplona, octubre de 2018.

Isidoro Parra.


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