OTOÑO VI. El ciprés y la enredadera.


“Ayer empezó el otoño

Me ha salido una flor en el chaleco.”

Manuel Álvarez (Museo de cera)


El otoño es la estación de la fusión de colores, de arbustos de diferente ciclo de vida y de puesta de largo en la vida de las plantas y en la nuestra.


En una parte del jardín de mi casa de Amillano, junto a la leñera, está plantado un ciprés que ya lleva ahí más de quince años. Ha tomado altura y cuerpo de madurez reposada que da la bienvenida al que llega y a todo lo que le rodea; año a año, momento a momento, busca las capas altas del aire como si su vida dependiera de ello, caminando hacia lo desconocido. Desde su capacidad de crecer no le interesa la horizontalidad demasiado poblada y, desde su dominio de valles y montañas, es el mejor vigía de las tierras del Norte que me rodean. Además, el carácter permanente de sus hojas le otorga un hálito de fidelidad, de permanencia más allá de la casa, de mi propia vida.


A su lado y en sus ramas, busca espacios donde sostenerse una parra virgen, trepadora que necesita agarrarse a otros nervios, a otros soportes para crecer como en una búsqueda y que en otoño cambia el color de sus hojas para ofrecerme un espectáculo de amarillos y rojos con los que se despide hasta el año siguiente.


Cuando llega este tiempo, todo el camino que había recorrido en verde por suelo, paredes y ramas de otros árboles, se hace visible, como una llamada, con ese color incandescente.


En este caso, el abrazo que llevan disfrutando el ciprés y la trepadora desde el principio de la primavera se me ofrece como testimonio de una aceptación, de una experiencia interior expresada en la dulzura de esa unión. El ciprés sostiene las ramas de la enredadera en este adiós temporal con la promesa de la espera.


Pienso en los regalos de la naturaleza, en la gratuidad de los pensamientos que provoca, en la aceptación que ellos viven en silencio, frente a los malos humores que, en ocasiones, pongo de manifiesto ante la gente que se apoya en mí o en el pudor que siento para pedir la ayuda en la que apoyarme. ¡Cuánto por aprender de lo que se me ofrece a los ojos!


Amillano, octubre de 2018.

Isidoro Parra.



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