CAMINO A SANTIAGO. CAMINO AL INTERIOR. Décima etapa.

DIA 28 DE SEPTIEMBRE:

DE BURGOS A HORNILLOS DEL CAMINO.


La noche ha sido movida, de tempranos y numerosos ronquidos e impertinentes conversaciones telefónicas desde las escaleras, a horas en las que el toque de queda era ya un hecho, innecesario de advertir pero parece que ignorado por algunos. A pesar de ello, he dormido bastante bien hasta las seis, hora en la que me he levantado, he aprovechado a usar unos baños limpios por la escasez de gente levantada, he preparado todo y a las siete menos diez ya estaba en la calle con mi mochila esperando a la furgoneta de Correos que iba a recogérmela y que ha llegado a las siete en punto.


En el pequeño intervalo, he aprovechado para desayunar copiosamente (un torrezno tostado con pimientos del padrón, un zumo de naranja natural, un donuts y un café con leche) en el bar que hay justo enfrente de la puerta de La casa de los Cubos (el albergue) y, pleno de energías, a las siete y diez iniciaba la andadura. 


Como el inicio del recorrido era por la ciudad, a pesar de ser todavía de noche, no he utilizado el frontal.


De todos modos, la salida de la ciudad está bastante mal señalizada y han sido varios los peregrinos que se han despistado. Se veía a muchos de ellos preguntando y dudando del camino a tomar.


A pesar de ello y de tener que recorrer varios kilómetros de casco urbano, el Camino no tiene nada que ver con el de la entrada a Burgos. Es mucho más amable. Discurre por parques, aceras arboladas, ausencia de fábricas, los aledaños de la tapia del Monasterio de las Huelgas y la zona de las Universidades, moderna y espaciosa.


Al final de todo ello, tomo un camino de concentración que, bordeando un riachuelo estrecho, me aleja de Burgos.


Y amanece. Amanece un día brillante, sin nubes, con una temperatura fresca que supongo se irá entonando conforme vaya entrando la mañana.


El Camino bordea también carreteras y autovías y cruza pequeños ríos de aguas oscuras y tranquilas sobre las que hacen sombra chopos longevos, guardianes y testigos del paso del tiempo.


El Camino, típico de Castilla, no muestra mucho, pero tampoco castiga ni es monótono.


Bordeando el rio Arlanzón, vamos dejando atrás Villalbilla de Burgos y Tardajos, con las únicas vistas agradables aportadas por el río y los reflejos de los árboles en sus aguas.


Aprovecho la monotonía del Camino, para repasar a San Juan de la Cruz:


(Esposa)

¿Por qué pues has llagado

aqueste corazón, no le sanaste?

Y, pues me le has robado,

¿por qué así le dejaste,

y no tomas el robo que robaste?


No hay mucho que destacar hasta llegar a Rabé de las Calzadas, pequeño pueblo con casas regias y un monasterio de las Hijas de la Caridad que sellan la credencial y te regalan una pequeña medallita de la Virgen en una capilla pegada al cementerio, a la salida del pueblo. Es curioso, con la excusa de fomentar el conocimiento del camino, piden a todos los peregrinos si les podemos facilitar nuestros datos para darnos de alta en Facebook y, a cambio, ofrecen una medalla de la Virgen de la Caridad. 


No es un discurso muy normal, máxime viniendo de unas monjas. De hecho, nadie les da los datos y, a pesar de ello, regalan la medalla igualmente.


La capilla, como la mayoría de las que están cuidadas por religiosas, es sencilla, pero muy agradable, aunque sería más agradable sin el murmullo de las monjas pidiendo los datos y ofreciendo estampas.


Antes, me he tomado un descanso en una plaza del pueblo, frente a la iglesia, en el que he aprovechado para descalzarme y que se airearan los pies, para comer una manzana y leer un poco de poesía.


A partir de ahí se inicia una subida suave, pero constante, para alcanzar un collado desde el que se dice adiós a las agujas de las torres de la Catedral de Burgos (a dieciocho kilómetros de la capital) y se divisa en el siguiente valle nuestro destino: Hornillos del Camino.


En la subida al collado, en medio de un paisaje de cerros escarpados, de tierra pobre, y de inmensos campos sembrados de cereal, de pronto, aparece un grupo de chopos tupidos que forman una masa verde considerable, más por extraña en esos lares que por tamaño, que recuerda a un oasis. Es el emplazamiento de la fuente de Praotorre que ha sido arreglada como una pequeña zona de descanso para los peregrinos.


Mientras avanzo, pienso en mi gente, en Margari y en José Mari. José Mari, con su humor, no sé si inglés o de Lepe, pero tan rápido e inteligente, como es él. Siempre ha sido un primo de referencia y lo va a seguir siendo y la distancia puede ser física, pero no afectiva. Margari, tan radiante, tan feliz, tan madre, tan queredora, una sonrisa suya ilumina el espacio que la rodea y sus sentimientos son profundos como una sima. Gracias a los dos.


(Hornillos del Camino)


De todas formas, noto que la tierra de esta zona es más pobre, menos arbolada y que los campos no son de tierra suave, suelta, sino de arcilla y piedras. Supongo que la producción será escasa y que este hecho puede justificar la escasez de pueblos en la zona.


Como el camino es hoy más corto, aprieto el paso y llego temprano al albergue Meeting Point. Aprovecho para hacer una buena colada que tiendo en el amplio jardín de la casa. El albergue es de nueva construcción, muy limpio y, dada la escasez de establecimientos de hostelería en el pueblo, ofrece una cena comunitaria de peregrinos a la que me apunto nada más llegar.


Mi mensaje de whatsup: Décima etapa concluida. De Burgos a Hornillos del Camino, 26.326 pasos y 21,6 kilómetros. Medio descanso.


Una vez duchado y con las curas hechas, me doy una vuelta por el pueblo para buscar una tienda en la que comprar algo de fruta que me sirva para aguantar hasta la cena. 


Vuelvo al albergue y mientras como la fruta, programo la etapa del día siguiente, aprovecho los rayos del sol que me calientan y reconfortan, leo y escribo. 


La lectura de Asimetrías, de Adam Zagajewski, que he terminado, me hace repensar el camino de esta jornada y, a pesar de su aparente monotonía, lo veo más sencillo, más mío, más cotidiano. Hay una calma en suspensión esta tarde. De hecho, me provoca escribir este poema.


SIN TÍTULO


La tarde es silencio.


He perdido el camino polvoriento 

para dejarme mecer por el silencio.


El sol bendice mi piel, como si fuera una delicada mano,

que agradece la luminosidad de su contacto.


Las moscas revolotean ansiosas

por pillar un poco de sangre en mis pies,

restos de podredumbre.


Nadie grita ni levanta la voz. 

Caminan y conversan como en una confesión.


Leo y me traslado,

intento imaginar caras que me expliquen

los gestos de cada personaje,

del habitante de cada poema.


Suena el timbre de los mensajes en el teléfono.

Contesto con paz y comedimiento.


Hago planes para mañana,

cuántos kilómetros,

a qué hora partiré,

qué llevaré.


Una tarde brillante del camino,

de la vida.


No me olvido que he leído a Zagajewski.


Steiner también me deja su mensaje del día:


“Todas y cada una de las lenguas humanas son diferentes. Esto es un hecho irrefutable. Todas y cada una de las lenguas naturales constituyen un mundo pleno.”


La diferencia que aprecio es sutil, pero profunda.


Cenamos, en una larga mesa, una paella recién hecha, acompañada de unas ensaladas, mientras hablamos como podemos entre australianos, canadienses, alemanes, americanos y yo. Ningún español más.


La cena, como el albergue, está atendido por un par de hermanos, jóvenes, que lo hacen agradable; ni se inmiscuyen demasiado, ni dejan de estar presentes para resolver cualquier problema.


En cuanto a mis lecturas, también sigo con Guerra y Paz y Tú no eres como otras madres. También sigo a Banville en Copérnico.


Otra reflexión de Steiner a tener en cuenta: “Llamar la atención de un estudiante hacia aquello que, en un principio, sobrepasa su entendimiento, pero cuya estatura y fascinación le obligan a persistir en el intento. La simplificación, la búsqueda del equilibrio, la moderación hoy predominantes en casi toda la educación privilegiada son mortales. Menoscaban de un modo fatal las capacidades desconocidas en nosotros mismos.”


¿Será por eso que estoy leyendo su libro o he leído el de Cheng?


Recuento físico:

Pasos del día: 27.326. Acumulados: 320.268.

Kilómetros del día: 21,6. Acumulados: 252,9.


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