OTOÑO XV. Sorpresa en el camino.

“Y sin embargo, ser invadido por la belleza es sentir que la belleza tiene más razón que todo eso.”

José Mateos (El ojo que escucha)

Cuando la sorpresa de lo bello nace de la combinación de la naturaleza y de la mano del hombre, con respeto a los espacios de cada uno, la belleza te atrapa como la luz a una mariposa.

Esta mañana, he prolongado mi paseo por las orillas del Arga hasta Villava. Cuando ya llevaba más de dos horas caminando, muy cerca ya del Molino de San Andrés, mis ojos han percibido un color que, a primera vista, no encajaba en el paisaje que me rodeaba. 

A mi izquierda, un grupo de viejos chopos llenaban de sombra el espacio, una sombra más ligera que en verano, atravesada de luz por los huecos que la caída de las hojas ha dejado en los árboles.

Y allí estaba el destello de luz y color, en el regazo de los cuatro troncos que salen de la tierra y de la misma raíz de un chopo cargado de años, en la abertura de sus ramas.

Apoyándose en dos de los brazos, un cúmulo de pequeños troncos cortados a la misma medida se apilan como si fuera una leñera caprichosa. Las partes cortadas por la sierra han sido pintadas de naranja y amarillo y, sobre ellas, se han dibujado enclaves circulares en rojo y blanco con caminos azules que los unen y los recorren.

Las hojas amarillas de los chopos les han fabricado una alfombra que dignifica el cuadro.

Me acerco y acaricio los troncos viejos y los troncos jóvenes, me hago preguntas ignorantes y la imprudencia me lleva a imaginar al artista viendo la obra en su cabeza, eligiendo y acercándose al árbol, tomando medidas, imaginando los colores, los caminos, el mensaje y las preguntas a plantear. Me imagino también al viejo chopo recibiendo el aporte que le llega, sonriendo con la belleza creada a su lado, junto con él.

Convivencia de la naturaleza con el arte para generar sonrisas y miradas interrogantes en los que se paran a contemplar la imagen.

Pamplona, noviembre de 2018.

Isidoro Parra.