CARTA ABIERTA Nº 2 A BASILIO SÁNCHEZ.

Buenas noches, Basilio,


Después de un domingo cuajado de tiempos compartidos, retirado ya a la gozosa soledad de mi escritorio, me permito enviarte unas líneas sobre tu poemario “La mirada apacible” que terminé de leer hace un par de días.


Es el segundo libro que incluyes en tu poesía reunida, aunque creo que nos estás privando del primero, no incluido entre estas páginas.


Es un libro publicado, parece ser, en 1996 y, por tanto, escrito en años anteriores, cuando te quedaban bastantes días para cumplir los cuarenta, pero se nota la madurez alcanzada desde el poemario anterior.


He leído el primero de los poemas como quién camina con pasos silenciosos, como el que deja que los pies le lleven dejándose ir, como el que vuelve hacia la nada los mismos pasos, pasos que se diluyen en el olvido, como indicas al final del poema:


“Porque aquí está el origen, la razón de este otoño 

que ahora deja sus hojas amarillas 

en las proximidades del olvido.”


Hay poemas que se leen como si estuvieras bailando un vals en los salones de la desolación.


En otros, he escuchado el ritmo del silencio que se aleja.


Hay momentos en que he pensado, tanto ir y venir, siempre con sentido, que éste era un poemario de los caminos, los de la vida, los cotidianos, aquellos en los que dejamos huella o nos la dejan a nosotros.


He sentido que en ese ir y venir, me asediaban las preguntas que buscaban las respuestas a las duda sobre el camino. He pensado que el camino es como un lecho por el que corre el agua y la vida.


En un momento te has salido del camino y has entrado en un bar. No debe ser ese el territorio de tus sueños porque creo que has salido de él cubierto por una soledad más cruel.


Está claro que, al menso en aquellos años, los caminos eran un enigma, un lugar de reflexión o de más cosas:


“He cruzado la nieve 

como el que va dejando su vida a cada paso, 

como el perseverante en la melancolía.”


Al final, tras tanto camino y tanto caminar, has acabado siendo más resistente a la nieve, al frio, a las largas horas del día, a las soledades.


Todo el mundo va y viene, sin cesar, ella, tú, ellos, todos. Me pregunto si no ha llegado el momento de detenerse para mirarse y regalarse una caricia, una sonrisa, una esperanza.


Otra de las presencias que se va asentando en este poemario son los árboles. Ha algunos versos que me han dejado imágenes imborrables:


“Así ha entrado la luz: 

con la abundancia exacta, levemente, 

como cruzan el aire 

las hojas de los árboles durante su descenso.”


Y así, Basilio, poco a poco, verso a verso, me voy adentrando en tu mundo de sentimientos y de fantasmas, así voy conociendo un poco al poeta o, más bien, a los versos del poeta.


Gracias por este viaje, Basilio.


Un abrazo y hasta pronto.


Pamplona, noviembre de 2021.

Isidoro Parra.


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