CAMINO A SANTIAGO. CAMINO AL INTERIOR. Duodécima etapa.

DIA 30 DE SEPTIEMBRE, 2017:

DE ITERO DE LA VEGA A VILLARMENTERO DE CAMPOS.


Sin desayunar, comienzo a andar poco antes de las siete de la mañana, de noche, con un plátano y unos frutos secos en el cuerpo, esperando poder tomar un desayuno más copioso en algún bar del Camino.


Tomo el consabido camino de concentración, acompañado por la llegada del amanecer, hasta que puedo apagar mi frontal aunque todavía no haya amanecido del todo. Escucho el silencio de la naturaleza solo interrumpido por el aleteo de lo que creo son perdices que, a mi paso o a la luz de mi frontal, echan a volar desde las hierbas del borde del camino, probablemente en una actitud de huida, de búsqueda de protección.


Los caminos en el campo, al amanecer, se aprecian como una promesa de llegada, como la certidumbre de estar en el lugar adecuado, un lugar que nos lleva a una cómoda parada, a una agradable estancia. Además, sin el peso de los kilómetros que quedan por recorrer, siempre se ven de otra forma.


Poco después de amanecer, llego a Boadilla del Camino, a cuya entrada, a la izquierda del camino, asoman los tejados de varios palomares de grandes dimensiones. Aunque son una de las imágenes que voy persiguiendo en este tramo del Camino, no puedo disfrutarlos del todo porque están fuera de la ruta y no quiero poner en peligro la jornada.


Ya en el pueblo, entro en el albergue “En el Camino”, paso por su patio decorado con murales y estatuas y degusto un buen desayuno, con tostadas de buen pan, buen aceite y sal y un buen café.


A la salida, me detengo a admirar el Rollo de Boadilla que dicen es uno de los más bellos de la región. Está entre el albergue y la trasera de la iglesia y lo cierto es que la obra es de un detalle inusual para este tipo de monumentos.


Al salir de Boadilla, tomo un camino entre chopos, bello y elegante, con los árboles elevándose y dejando espacios abiertos a ras del camino poniendo los copetes en lo alto para darnos la sombra en las horas más calientes y dejar al aire y al sol que circulen entre ellos. 


A continuación, empiezo a recorrer el Camino que bordea durante varios kilómetros el canal de Castilla, una gran obra para la agricultura y una gran obra de ingeniería de hace muchos años.


(Canal de Castilla)


El canal, rodeado de árboles y de plantas acuáticas crea un espacio de belleza antiguo, romántico, sereno y en calma que puedo disfrutar largamente y en soledad. Parece que de un momento a otro, aparecerán jinetes a caballo con perros, en una cacería del zorro, o un pintor y unas señoritas bellamente engalanadas con trajes de época. 


A lo largo de esta parte del Camino, un gran número de señales, pequeños carteles, intentan ayudarnos a identificar algunos árboles y plantas diferentes que se pueden encontrar en esta zona y cuyo nombre nunca había oído, como el “taray”.


Es un trozo del camino de lo más bello que he vivido en el camino y que, en algún momento, me gustaría volver a recorrer. Además, he tenido la suerte de hacer ese tramo prácticamente solo con lo que la sensación de silencio que me envolvía, con las aguas en calma, casi estancadas y los juncos en sus orillas, era como una morada para el espíritu. Parecía el escenario de una novela victoriana.


Era inevitable que retomara en este tramo a San Juan de la Cruz:


(Esposa)

¡Oh cristalina fuente,

si en esos tus semblantes plateados

formases de repente

los ojos deseados

que tengo en mis entrañas dibujados!


Apártalos, Amado,

que voy de vuelo.


El paso por el Canal se alarga y me da tiempo a pensar en la gente que me rodea.


Aritz, mi hijo, nuestro hijo. Tan querido, tan incomprendido por muchos años, tan rebelde en unos momentos, tan inteligente en otros muchos, siempre tan capaz, siempre mirándonos de lejos, llenándose de nosotros. Valiente en la vida para emprender y acometer retos profesionales, más valiente para vivirla. ¡Cuantas lecciones nos has dado!. Igual, hasta nos las merecíamos, pero también nos has dado alegrías, muchas, que igual también nos las merecíamos, para compensar. Siempre tan despistado y tan lejos en kilómetros, siempre tan de corazón en el cariño, tan preocupado por nosotros. Vas a ser lo que quieras, a pesar de tus dudas que te acompañarán siempre. Y yo te voy a querer hasta mi último aliento. Gracias por haber nacido. Gracias por el regalo de tu vida.


Max, una de las últimas llegadas a esta familia, a la que ya perteneces para siempre. Tu sensibilidad te hace un gigante, tu humor una suerte para los que te rodeamos. Has traído un viento fresco, una nueva luz. Y tu bondad te envuelve como la joya más valiosa. Gracias por estar con nosotros.


El canal se vacía o pasa por un centro de regulación del caudal con sus desaguaderos, todo ello monumental y espectacular, justo en la entrada de Fromista. Me gustaría tener una explicación sobre el funcionamiento de las espuertas, de los canales, desaguaderos y todo lo que se refiere a este canal.


Cruzo el pueblo, con dos paradas: una en la iglesia de San Martin de Tours, uno de los mejores ejemplos del románico religioso más antiguo que existen en la península y aprovecho para sellar la credencial, y otra en la farmacia para reponer instrumentos de cura.


(San Martin de Tours, Fromista)


En la farmacia, me atiende una persona que, después de exponerle mi situación de ampollas y uñas, me da buenas recomendaciones de protección para los pies y me hace una oferta de una pomada casera, fabricada por él mismo, que sirve para reparar pieles dañadas cuando acabe el Camino. Pienso en el tamaño de la cajita y en mis pies y la compro. Al mismo tiempo, intercambiamos alguna opinión y le hablo de la pasmobelarra.


A la salida de Fromista, en una rotonda, un cartel de hierro oxidado con un peregrino abierto en su centro, deja ver el siguiente pueblo, Revenga de Campos, poco antes de mi destino. 


Desde ese punto hasta llegar a Villarmentero del Campo, el Camino discurre por la derecha de la carretera y en cada cruce con un camino de agricultores, hay cuatro mojones de cemento con el azulejo azul con la concha que señala el trazado del Camino. Una señalización diferente a lo que he visto hasta ahora que me resulta curiosa.


(Caminos de Palencia)


Llego a Vilarmenteros del Campo poco antes de la una del mediodía, justo cinco minutos antes que Txelo, Mari Carmen y Nati. De hecho, cuando ellas llegan a la Casona de Doña Petra, yo ya estoy registrado e instalado. Como es lógico, se produce un momento de alegría compartida.


En esos cinco minutos, aprovecho para mandar mi mensaje del día: “Duodécima etapa concluida. Itero de la Vega a Villarmentero de Campos o del Camino, ya no lo sé. Tierras de Palencia y de palomares. 30.795 pasos y 267,3 kilómetros. Hoy con compañía. Compañía es mi esposa, hermana y sobrina.”

 

La mochila todavía no ha llegado y tenemos que esperar unos diez minutos para que llegue y poder ducharme. Para no tener problemas, retrasamos media hora la reserva del restaurante.


El hotel rural es confortable, pero lo cierto es que cuando vas a un sitio como éste, parece que pierdes el sentido del camino, como si te apartaras a un oasis no accesible para todos. Dejas de compartir las rutinas de disputarte las duchas, de ver cómo nos curamos, de hacer las coladas y buscar tendedero libre, de pensar si vas a comer con alguien o solo, etc. Te has salido del Camino y tendrás que volver a entrar.


Nos vamos a comer a Villalcazar de Sirga, pasados dos kilómetros de nuestro hotel, a degustar un lechazo en el Mesón de los Templarios, en el mismo lugar en el que hace muchos años, el dueño, ya fallecido, le regaló a Txelo la concha que me acompaña durante este Camino.


Después de comer y beber copiosamente, visitamos la iglesia del pueblo, bastante interesante, y aprovechamos para grabar un mensaje que Txelo y yo queremos enviar a Pepe y Vicenta, a Guadasuar, para la fiesta de Bodas de Oro que van a tener en breve.


Después, nos vamos a Fromista para ver con detalle la impresionante Iglesia de San Martín, románico puro, de esas en las que el protagonista es la piedra y que conserva la casi perfección de la obra del artista, arquitecto o cantero que, con seguridad, puso amor y mucho esfuerzo en levantarla. 


También visitamos la Iglesia de San Pedro, con su granero o palomar bajo el tejado. También muy interesante.


Yo empiezo a acusar el cansancio y creo que le tengo que dar tiempo a mis pies y mis ampollas para que se aireen y descansen. Así que les pido que nos volvamos al hotel a descansar. Bajamos al patio-jardín y meto los pies en una piscina de agua fría, mientras leo las respuestas a mi mensaje y contesto a todas ellas.


Aprovecho para leer un poco, pero no me alargo porque la tarde está para compartir. Vemos un poco la televisión y cenamos pronto en el mismo Hostal, en un comedor en el que solamente hay otros dos comensales.


Hablamos sobre el día siguiente y quedamos en que yo madrugaré y haré la etapa que he decidido. Ellas harán algo de turismo por la zona y me esperarán en Calzadilla de la Cueza, el destino que he elegido, para comer juntos y volverse para casa.



Recuento físico:

Pasos del día: 30.795. Acumulados: 392.023.

Kilómetros del día: 26,3. Acumulados: 313,5.


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