CARTA ABIERTA Nº 5 A FERMÍN HERRERO.


Buenos días, Fermín,


A mis manos llegó, hace unos días, uno de tus primeros poemarios, “Un lugar habitable”, publicado en el año 2000, con el que ganaste el premio de poesía Ciudad de Córdoba.


La impresión que me ha quedado es la de haber estado leyendo `poemas escritos a cierta distancia de ti mismo, sin implicación personal, como espectador del drama.


También me ha parecido apreciar una cierta servidumbre a la rima que, en algunos poemas, me ha parecido que afectaba a la realidad de lo escrito, a su credibilidad, un cierto olor de seguimiento a los clásicos -por otra parte, encomiable-, pero me ha dado la sensación de que estabas en los comienzos de tu largo camino como poeta.


He leído con una sonrisa tu relación con el gorrión que te mira compasivo, ese compañero en el arte de la fuga.


Aluvión de miradas al pasado y al presente, de prudencias y osadías, de advertencias y palabras de ánimo para andar el camino, aunque huérfano tu también, en tu poema “A dos voces la marea”.


Veo que la seguridad de tu pertenencia a la poesía era ya fuerte en esos días, cuando te quedas solo entre las sombras, entre la nada previa al poema y el vacío que le sigue.


Cercanía de la cotidianeidad, historia acumulada entre sus manos y tus manos, el paso de los años, la vida amasada en las mirada, todo bellamente ordenado en tu poema “Erosión”.


Leer el final de tu poema “El extenso silencio de la taiga”, ha sido como una bofetada de realidad:


“Y nunca dejarás 

los confines que odias. En cualquier dirección, 

ungida de silencio y soledad, envenenado 

el aire en que pervives, sumisamente 

tuya, te espera la memoria.”


Esos versos respiran grandeza, Fermín, hondura en los surcos de la vida.


Hurgar en estos versos ha sido una experiencia feliz, que me permite conocer un poco más tu andadura de poeta.


Gracias, Fermín.


Hasta pronto,


Pamplona, noviembre de 2021.

Isidoro Parra.


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