CARTA ABIERTA Nº 5 A KARMELO C. IRIBARREN.


Buenos días, Karmelo.


Ayer me quedé leyendo, hasta bien tarde, tu poemario “Desde el fondo de la barra”. No he dormido bien y me he despertado con el peso de tanta barra.


Creo que rondabas los cuarenta, tal vez alguno menos, cuando escribiste este poemario, en el que sigues recorriendo el territorio que te basta, el mundo en el que desarrollas tus afectos y del que nace todo este torrente de vida que habita en tu poesía.


Tengo que decirte que, de lo leído hasta aquí, me ha parecido el libro más irónico, más hiriente y más canalla.


Los poemas viajan de las barras de bar a las mujeres (a la propia y a las fatales) y de éstas, de nuevo, a las barras de bar.


Tengo la sensación, Karmelo, que hay demasiado desengaño, demasiada amargura en tus poemas, pero cada vida es una vida diferente y en cada recorrido, cada uno de nosotros, nos encontramos con los lobos y las caperucitas que nos tocan en suerte.


Tus poemas me inspiran respeto, con algo de preocupación, y un leve deseo -por pudor- de penetrar en esas calles húmedas y en esos bares de las cuatro calles de tu mundo.


Cuando en “Los demás son historia” dibujas los límites de tu patria, pensándolo bien, tampoco me ha parecido tan especial. Si lo pensamos detenidamente, esas, más o menos, son las fronteras de todos nosotros, teniendo suerte.


De sacarte de la pista, hablas en tu poema “Señor”. En mi edad, pasa con frecuencia, te ceden el asiento en el autobús público, te tratan con frecuencia de usted, te miran y retiran el foco con rapidez y, en la mayoría de los casos, ni te ven.


Ya me gustaría a mí, Karmelo, vivir solamente el presente, el instante del ahora, el de la próxima palabra que voy a poner en esta carta, pero ¿cómo no mirar atrás? y, algo angustiados, ¿cómo no pensar en mañana?


Creo que en “La Felicidad” estás contando la vida cotidiana, pero también lo que nos asusta en esa mirada que clavas en los desterrados de la sociedad del bienestar. Me pregunto si, cuando miramos esas imágenes, no estamos pensando si nos espera el mismo teatro.


“Ahí, en tu rostro” me ha parecido un poema demasiado trágico, Karmelo. Tu forma de decirlo me lleva a pensar en la sinceridad de lo que transmites, pero me parece terrible pensar eso de ti mismo a la edad que lo escribiste. Empiezo a dudar de la sinceridad sostenida de algunos de tus poemas, lo que no quiere decir, para nada, que renuncie a leerlos y a verme en muchos de ellos.


Un saludo y hasta pronto, Karmelo.


Pamplona, octubre de 2021.

Isidoro Parra.


 

Comentarios

Entradas populares