EJERCICIOS DE TALLER VII. EL ARTE COMO HALLAZGO.


EL ARTE COMO HALLAZGO


¡Buen tema el elegido!. Como estamos cerca de Navidad, pediré carbón en abundancia para el que lo propuso y para los que lo eligieron. Nadie se acordó que algunos somos de pueblo y eso del arte nos llegó tarde o no nos ha llegado todavía.


Como reses que van al matadero, allí vamos.


En estos tiempos, hay dos fuentes, continente la una y contenida la otra, a las que la mayor parte de nosotros acudimos cuando queremos saber algo de cualquier cosa: la primera, la que todo lo contiene, internet. Dentro de ésta, acurrucada, pero siempre presente en los primeros lugares de cualquier búsqueda, como una niña de primera comunión, la Wilkipedia.


Por eso, a la hora de documentarme un poco sobre el objetivo de esta tarea, he acudido a la enciclopedia que crece sin descanso -tanto que le van a tener que reducir el estómago- y me he topado con varias afirmaciones sobre la palabra “arte”.


La primera es el origen etimológico de la palabra. Según el texto, arte viene del latín ars, artis, que los romanos tradujeron así del griego téchne. En sus inicios, el vocablo griego que significaba “técnica” hacía referencia a todo tipo de producción realizada por los hombres y a las disciplinas del saber hacer bien cualquier cosa: construir, cocinar, escribir, etc. Cuando los romanos traducen el término a ars, evoluciona su aplicación hacia disciplinas relacionadas con las artes de lo estético y lo emotivo.


La segunda trata sobre su contenido. El texto enciclopédico -válgame Dios, ¡qué palabra!- explica que “el arte es entendido generalmente como cualquier actividad o producto realizado con una finalidad estética y también comunicativa, mediante la cual se expresan ideas, emociones y, en general, una visión del mundo, a través de diversos recursos, como los plásticos, lingüisticos, sonoros, corporales y mixtos”.


En tercer lugar, comenta la evolución del arte a lo largo del tiempo, desde su inicial función ritual, mágica o religiosa, hasta su actual función pedagógica, mercantil u ornamental.


En cuarto lugar, habla de que también puede referirse a cualquier actividad humana hecha con esmero y dedicación, o cualquier conjunto de reglas necesarias para desarrollar de forma óptima una actividad y cita algunos ejemplos como “arte culinario”, “artes marciales”, “artes de arrastre”, etc.. Aquí la refiere como sinónimo de capacidad, habilidad, talento, experiencia.  


Todo ello nos indica la amplia variedad de oportunidades que se presentan ante nosotros para hablar del arte, esa palabra tan corta, tan grande y tan manida.


Para no quedarme con esa sola fuente, he consultado también la definición que hace la RAE. Es curioso que varias de las primeras aclaraciones sobre el significado de arte vayan más en la línea de las capacidades generales de hacer que en las habilidades que entendemos como artísticas. Así, dice:


1.- Capacidad, habilidad para hacer algo.

3.- Conjunto de preceptos y reglas necesarios para hacer algo.

4.- Maña, astucia.

5.- Disposición personal de alguien. Buen, mal arte.


A continuación, desarrolla el contenido de expresiones basadas en la palabra arte: arte abstracto, arte angélico, arte cisoria, arte decorativo, arte figurativo, arte liberal, arte mayor, arte menor, arte metálica, arte métrica, arte militar, arte mobiliar, arte plumari@, arte pobre, arte poética, arte pop, arte popular, arte tormentaria, artes marciales, bellas artes, etc. Un largo recorrido para reafirmar la variedad de la oferta. Señores y señoras, compañer@s, elijan, suyo es el gusto y la preferencia, olvídense del deleite que, como la lotería, caerá en otro lugar.


Hablando ya de mí, creo que “hallar” el arte tiene mucho que ver con las propias habilidades, las de uno mismo, y con las no menos propias sensibilidades. Cuando pienso en las mías, creo que nací carente para siempre de las primeras y mermado de las segundas, es decir, como un burro a la puerta de un baile imperial.


A pesar de esas limitaciones, os aseguro que he empleado horas en tratar de identificar el momento de mi vida en el que se produjo el hallazgo, el deslumbramiento, y el esfuerzo me ha agotado y me ha convencido:


- Cuando uno no es capaz de encontrar toda la belleza que llena los vacíos de una escultura de Oteiza o en el escorzo de una cadera de Rodin; la que desborda en las lágrimas de un descendimiento de Van Eyck o en los paisajes de azules de Patinir, es que tiene los ojos tapados con un velo más tupido que una túnica de terciopelo en la Semana Santa de Sevilla.


- Cuando uno escucha un Magnificat de Vivaldi sin estremecerse, un lieder de Schubert sin entristecerse o un concierto para piano de Beethoven sin viajar con la mente, tiene los oídos como leño de roble: no tiene oído, lo suyo son solamente orejas.


- Cuando uno lee y relee páginas de libros y libros y, al día siguiente, recuerda tan poco, no es que no tenga memoria, no es que tenga las páginas de la mente en blanco, es que las tiene sucias de pensamientos ilegibles.


Por eso, cuando uno carece de esas habilidades, tiene que pensar en el resto de las artes: la de cocinar, la de beber, la del disimulo, la de caminar, la de la apariencia, la del sonrojo y, sobre todo, la del escape, la de la fuga.


Puestos a expresar deseos, que también es otra forma de arte, a mi me gustaría practicar y perseverar en llegar a practicar con algo más de altura el arte de callar, el de escuchar, el de acompañar, el de hacer más fácil el camino a los demás, el del desprendimiento, el de la caricia, el de la mirada que habla, el de la espera paciente, el de la amistad. Seguiría, pero la lista, aunque carente del glamour de las bellas artes, me parece ya muy larga, casi inalcanzable.


No quiero despedir estas reflexiones sin apuntar que si existe algún tipo de arte que me haya aguijoneado durante toda mi vida, ese es el de la poesía. No siempre la he entendido, ni estructural ni emotivamente, pero siempre está alerta, buscándome, en algunas ocasiones encontrándome o encontrándola yo, que al final es lo mismo. Tampoco la he practicado con el mínimo de conocimiento o rigor que siempre es necesario para afrontar cualquier empeño, pero ahí está, siempre esperándome.


Si tuviera que explicar qué tipo de arte es el arte poético, no encontraría las palabras; pero si tengo que decir cómo veo o vivo la poesía, diría que es el arte de agrupar palabras que expresen una atmósfera de la que me gustaría formar parte, es descubrir una luz que alumbra en medio de las sombras, es encontrar la paz que equilibra mi cuerpo en medio de la tempestad.  


En algunas ocasiones, un poema se convierte en una diafanía y entonces, en ese momento, no es necesaria la palabra arte para explicar lo que ocurre entre mi cuerpo y el poema. Mi cuerpo vuela y los sentimientos se reposan en un lago lleno de paz.


Así me pasó la semana pasada al leer este poema, escrito por José Ángel Valente y que forma parte de su libro “No Amanece el Cantor”:


“Ejercemos un arte mínima, pobre, no vendible, salvo en contadas ocasiones, nunca públicas, igual que ésta, aquí, en la tarde, en la hora incierta de la absoluta desaparición.”


O éste otro de Jane Kenyon, final de su poema “Que venga la noche”:


“Que venga, como sea, y no

temas. Dios no nos deja

sin consuelo, que venga la noche.” 


Pamplona, diciembre de 2020.

Isidoro Parra.

Comentarios

Entradas populares