CAMINO A SANTIAGO. CAMINO AL INTERIOR. Décimo tercera etapa.

DIA 1 DE OCTUBRE:

DE VILLARMENTERO DE CAMPOS A CALZADILLA DE LA CUEZA.


Una etapa que no presumo se preste a hacer muchos comentarios sobre el Camino. Según el trazado en la guía, el camino es recto, llano y sin muchos alicientes, ni pueblos, ni ríos, ni montañas y el día va a ser seco y caliente hacia el mediodía.


Salgo poco después de las siete de la mañana, hoy recién duchado y dejando en la cama a Txelo y mi familia. Tomo y sigo el sendero que va paralelo a la carretera hasta Carrión de los Condes, con un plátano en el cuerpo y mi frontal encendido.


A los pocos kilómetros, dejo a mi derecha Villalcazar de Sirga, el pueblo donde estuvimos comiendo ayer, con la imagen de su imponente iglesia recortada contra un amanecer rojo y brillante. Si no hubiéramos estado ayer, me habría perdido una interesante visita a la Iglesia.

 

En ese tramo, conviviendo lentamente con el también lento amanecer, los protagonistas pasan a ser los mojones de cemento, con el azulejo de la concha del camino, que van sucediéndose en cada cruce de caminos perpendiculares al que me lleva. Como decía ayer, una seña de identidad de este camino palentino.


Llego a Carrión de los Condes, justo amanecido, con las calles casi desiertas y algún madrugador en una cafetería, acompañado de peregrinos que toman el desayuno. Me asomo al patio de algún convento que veo al pasar y me detengo a desayunar en el Bar España, un zumo, café con leche y tostadas de pan con aceite y sal, mientras veo en las pantallas de televisión lo que está acaeciendo en Cataluña en este día especial de un referéndum que es ilegal para unos, que otros quieren seguir celebrando a pesar de ello y que otros quieren impedir de cualquier forma. 


Atravieso las calles de Carrión y dejo atrás antiguas capillas y la imponente fachada del Monasterio de San Zoilo. Al dejar Carrión también dejo los espacios de vegetación junto a los ríos y me queda un Camino de tierra y poca sombra.


Lo que he visto por televisión me pica la curiosidad y me pongo mis auriculares para escuchar la radio. Opto por la Cadena Ser y no me arrepiento. Seguramente me dará para todo el Camino.


Creo que el programa “Hoy por hoy” lo ha hecho muy bien, llevando a gente al debate que no fueran políticos de profesión, sino analistas con fundamento que daban razones sustentadas, alejados de todo partidismo, según mi opinión. También se agradece que no haya interrupciones ni amontonamientos de unos con otros.


A pesar de ello, conforme se han ido sucediendo los hechos que iban relatando los periodistas destacados por la Cadena Ser en diferentes puntos, me he quedado con una tristeza en el cuerpo que no la puedo superar.


Tristeza por tener un Presidente que, en una fecha tan señalada, está fuera del país.


Tristeza por tener un Gobierno que parece un bloque de cemento, que solo aplica la ley y la fuerza, pero que no practica la política.


Tristeza por tener un Gobierno que, aún teniendo razón jurídica, les haya dado a los independentistas las fotos que querían hoy.


Tristeza por el lenguaje torticero de los gobernantes catalanes que exacerba y utiliza los sentimientos de gente normal.


Tristeza por la ceguera de la gente que, cuando se imbuye de la ideología nacionalista, no ven más que los defectos de los demás y ninguno de los suyos.


Tristeza porque esto va a durar y va a hacernos sangrar.


Si Rajoy es el guardián de la tumba de Franco, que es posible que lo sea, Puigdemont, Mas y Junqueras son los enterradores de la convivencia entre catalanes y de la convivencia entre catalanes y resto de España (¿cómo se tipifica, se juzga y se castiga este delito?) por muchos años.


Me acuerdo de nuestros amigos catalanes, de Aritz que está trabajando duro por allí, pero lo cierto es que lo veo con otra distancia de la que lo vería si estuviera en casa. El Camino pone sabias barreras al desaliento.


A partir de ahí y hasta Calzadilla de la Cueza, son 18 kilómetros sin pueblos, con campos yermos de Castilla, más tristes en un día medio nublado, sin ermitas, ni subidas, ni bajadas, puro y duro camino. Solamente algunas nubes y el color del cielo, hasta media mañana, me han dado fuerzas para seguir, en una etapa que ha tenido algún kilómetro más de los que pensaba.



(Campos de Castilla)


Por este largo y caliente camino, intento retomar a San Juan de la Cruz:


(El Esposo)

Vuélvete, paloma,

que el ciervo vulnerado

por el otero asoma

 al aire de tu vuelo, y fresco toma.


Pienso en Dolores, la compañera de Daniel. Una mujer auténtica, vital, que ha sufrido, que sobre todo ha trabajado mucho, muchísimo, y que se tiene ganado el derecho a unos años de vida confortable, que da mucho y pide poco, que ha recibido palo tras palo, que a pesar de ello sigue queriendo creer que en la vida si se da cariño se tiene que recibir algo de lo mismo, que ama las flores, que es tanto como decir que ama la belleza. Dolores, la belleza te salvará. Gracias.


La llegada a Calzadilla, si no fuera porque sobre el horizonte seco asomaba la torre de una iglesia, hubiera tenido el factor de la sorpresa. Al acabar una larga llanura, con un camino seco, se inicia un descenso de algo más de doscientos metros que acaba bruscamente en las primeras casas del pueblo.


Ha sido la etapa más monótona del Camino hasta ahora.


En una terraza del primer bar, mirando hacia el Camino, me esperan Txelo y Nati que tardan un poco en reconocerme entre los peregrinos.


Llego cansado y me voy a ducharme y a hacerme mis curas  una vez registrado en el primer albergue, Los Canarios. Entretanto, Mari Carmen va reservando mesa para comer.


Mando el mensaje del día: “Décimo tercera etapa cumplida, de Villarmentero de Campos a Calzadilla de la Cueza, 34.523 pasos y 28,3 kilómetros.”


Comemos una comida sencilla, pero bien preparada y se producen las despedidas. Ellas tienen mucho camino por andar y yo necesito horas para descansar.


De hecho, cuando se van, me echo un buen rato en la cama sin dormir, pero con los pies al aire y aprovecho para avanzar en mis lecturas  y escribir el escueto diario del día.


A media tarde salgo un poco para desentumecer las piernas y hacer algo de compra de fruta en la propia tienda del albergue. 


Intento concentrarme un poco en Steiner y en su mensaje, intentando ver algún paralelismo que interpretar:


“Nunca he sentido ni el impulso ni el valor necesarios para entrar en política. En términos aristotélicos, semejante abstención equivale a necedad. Confiere a los matones, a los corruptos y a los mediocres incentivos y posibilidades de imponerse. Mi política puede resumirse en el intento de apoyar a cualquier orden social capaz de reducir, siquiera marginalmente, la cantidad de odio y de dolor en la existencia humana. De garantizar la intimidad y un espacio para la excelencia. Me considero un anarquista platónico. No una papeleta electoral.”


Bueno, lo cierto es que me ha dejado triste la marcha de Txelo, aunque reconozco que si quiero hacer el Camino, es mejor seguir solo.


Tomo una cena ligera en el propio bar del albergue y me retiro a descansar para la etapa del día siguiente que he decidido sea un poco más larga de lo que tal vez sería oportuno.


Son algo más de las ocho de la tarde y la tristeza me sigue acompañando.


Avanzo bastante en “Guerra y Paz” y casi termino “Tú no eres como otras madres”. Continúo con “Fresas”, el libro de Joseph Roth que me resulta un bálsamo.



Recuento físico:

Pasos del día: 34.523. Acumulados: 426.546.

Kilómetros del día: 28,3. Acumulados: 341,8.




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