CARTA ABIERTA Nº 5 A BASILIO SÁNCHEZ.

Buenas noches, Basilio, 


Hoy he tenido un día complicado y no he hallado tiempo hasta altas horas de la noche para ponerme a enviarte unas palabras sobre tu poemario “Entre una sombra y otra”, publicado en 2006.


En mis cartas anteriores, he intentado ponerte un calificativo como poeta, siempre resultado de la impresión que me ha dejado tu libro.


Hoy, en este poemario, te he visto como poeta del agua de las palabras con nombre sustantivo, con la fuerza de las palabras que son parte inseparable de tu vida.


En estos poemas, el paisaje se acota a los ámbitos de la ciudad, de tu casa, de la habitación, del escritorio o de la ventana, lugares en los que hablas de la luz y su crecimiento, de la oscuridad y de los colores. Muchas cosas se concretan.


Le he dado vueltas y más vueltas a la sencillez y complejidad de tu primer poema, “Encuentro”. Pocas palabras y menos líneas para ese encuentro, al alba, de dos hombres especiales, el que ve y el que está ciego, encuentro que te permite inaugurar “otro sueño bajo la perfección de lo visible”.


También me he quedado un rato contemplando esos primeros versos de “Paseo Nocturno”:


“Al final de la calle, 

la última farola traza en medio de un círculo 

su representación de la piedad.”


Para mí, son versos para ser contemplados después de leerlos, para imaginarse la noche, la farola y la imposible asociación de su luz con la piedad.


Ese poema me ha dado para muchas preguntas, Basilio. Por ejemplo, me gustaría saber cómo te imaginas un firmamento a la medida del hombre o cómo puedes imaginarte que puedes llevar en una mano la tristeza de una melancolía silenciosa.


No me extraña que, con esos caminos que recorres, puedas percibir que el corazón sepa que la tristeza pesa más que la muerte.


Después de leerlo, llevo unos días preguntándole al amanecer si la vida me ha perdonado a mí también. 


Me identifico tanto que el poema me parece como el anochecer de una determinada edad, bello como debe serlo la felicidad.


“En presencia de nadie” me ha sonado como el sentido del que va la poesía, paz, soledad, silencios y transparencia… y los árboles.


Me gusta la apuesta, por lo valiente, y la claridad, por lo sencillo, de ese final del poema “En un mismo lugar”:


“Unos años tan sólo 

y entre una hoja en blanco 

y una página escrita habrá una vida 

que he vivido dos veces.”


Tu poema “La lentitud” me ha sabido a un bodegón de sombras en las que todo se ve y todo queda oculto, un estado de ánimo que yo he visto reflejado en esos versos:


“Sólo estamos nosotros, las palabras, 

y un poco por encima de nosotros 

el espíritu de esas palabras.”


¡Qué bonito resulta leer un poema con esperanza, un poema que lleve puesta una sonrisa! Así me ha pasado con tu poema “Primera luz”, en el que, envuelto en un silencio levemente violeta, te has encontrado al pie de la mañana, al doblar una esquina, con el sentimiento de vivir.


He seguido lo que me ha parecido una ascensión, una elevación del espíritu y la confianza, en tu poema “Desde el fondo del sueño”, una aceptación de la vida entera, del momento y, sobre todo, de lo que traías del pasado.


Un círculo y un ciclo, envolviéndose a sí mismos, en el recorrido por “Los trabajos del día”. El poema respira por todos los costados y me ha hecho respirar. Como siempre me pasa, siempre me atrae lo que me parece más bello, en ocasiones, lo más difícil de entender. Me refiero a la inocencia suavemente fingida de los amaneceres.


¿No te da envidia, Basilio, ese hombre sencillo que nunca sintió la necesidad de escribir nada?.


Triste y bello “El pan y la sal”, poema en el que recorres un pueblo -¿tu pueblo?- ya abandonado hasta el punto que, como dices, ya no necesita del crepúsculo, pero que conserva esas nubes lentas para la intimidad.


Creo que he visto la belleza en los sitios más insospechados, en lo gratuito que nos ofrece la naturaleza, nuestras calles, cada día; tanto que escribí un libro sobre ello y estoy seguro que no fui totalmente exhaustivo. Por eso, estoy de acuerdo contigo en que también puede ser que la belleza haya estado en las cosas que supieron pasar inadvertidas.


Después de leer casi todos los poemas he llegado al que titulas “Después”. Me voy a quedar aquí, Basilio, en la confianza de que, pase lo que pase, velarán, junto a mí, las paredes tibias de alguna casa.


Gracias y hasta pronto.


Pamplona, diciembre de 2021.

Isidoro Parra.

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