CARTA ABIERTA Nº 1 A RAMÓN ANDRÉS.


Buenos días, Ramón,


En primer lugar, deseo que en estos días en los que nuestro horizonte está siendo barrido por vientos de diversos orígenes y trascendencias, casi todos malos, te encuentres bien en tu retiro baztanes, a D.G.


Estos días, he vuelto a releer tu poemario “Los árboles que nos quedan” y quería comentarte mis impresiones, mis vivencias, con y a costa de tu libro. Te aviso que, en la medida que la prudencia me lo permita, voy a ser sincero.


Ya había leído tu libro en el momento de su publicación, en el año 2020. Soy un pésimo, pero insistente lector de poesía.


Creo recordar que cuando lo leí por primera vez no me quedó una sensación de haber leído poemas que me hubieran aportado algo. De hecho, cuando he retomado su lectura, en estos días, en la primera hoja del libro he encontrado un post-it con una leyenda de mi propia mano: “prescindible”.


Con esos precedentes, he iniciado la nueva lectura. En este caso, al rebasar la última página, he quitado y arrojado a la basura la etiqueta de prescindible.


Una vez más, he tenido la sensación de que el resultado de la lectura de un libro de poemas es la consecuencia de dos acciones y situaciones: la del poeta que lo ha escrito y su momento, y la de del momento y capacidades perceptivas del que lo lee.


En este segundo viaje, Ramón, he sentido que las páginas y los poemas respiraban historias cotidianas, personajes de tu nueva vecindad que arrastran sus costumbres y que te ofrecen escenas para reflexionar sobre el pasado, las costumbres, las diferencias y también, por qué no, para ir algo más lejos, más allá de estos tiempos, para verlos con una mirada de respeto del que ha llegado y reverencia lo que se encuentra. 


Tampoco voy a olvidar decirte que también me he encontrado con poemas que me sobran, pero no porque sean malos; simplemente no he tenido oportunidad de entenderlos. Mi nivel cultural no me permite entender todas las claves que recoges en algunos de tus poemas, tantos lugares y tantas fechas y tantos nombres asociados a Bach o a Rilke. La mayoría de los mortales no te podemos llegar y eso me produce una sensación de que una parte de tu poesía está escrita para unos pocos, para un grupo de elegidos o solamente para ti mismo.


Dicho todo ello, recuerda que te he dicho que pretendía ser sincero, también me quedo con muchos versos sencillos que he señalado para ser releídos en otro momento, para volver a ellos. Sólo se puede volver a releer los poemas en los que has visto retratada una vivencia fugaz de tu propia vida.


Por ejemplo, me ha reconciliado con tu libro ese primer poema “Acércate”, en el dices que la lluvia no lo es si no te hace humilde. Solamente ese verso te sumerge en la calma de la memoria, en el goce del sonido suave de la lluvia al caer sobre la hierba.


En ese mismo poema, he subrayado varios versos, pero me quedo con la posibilidad de que los que se han quedado atrás, trabajen lo horizontal como si fuera una obediencia.


También me ha impregnado el ánimo tu poema “Lo cotidiano”, en el que los libros, las yeguas, los bosques, las granjas y la escarcha, en el marco de la lluvia persistente, se mezclan con el lenguaje, con la escritura y la noche.


Me he detenido en tu poema “Desesperado” y he intentado pensar en los rostros de los que huyo y he pensado en la inevitabilidad de huir para olvidar, suponiendo que exista el olvido.


No he podido menos que leer un par de veces los poemas en los que hablas del Camino de Santiago y de los peregrinos que transitan su trazado. Confieso que he vivido, como dijo Neruda, la experiencia de ese y de otros caminos y he llegado a pensar que caminar puede ser una forma de vivir, siempre lejos y siempre viviendo contigo mismo, hacia tí.


Tu poema “Ermita abandonada” me ha recordado un pensamiento que incluí en mi libro “A vueltas con la belleza” acerca de una cabaña de piedra en medio del campo, también abandonada y semi derruida, de la forma en que mi pensamiento voló y pensó en los que la habían habitado, en lo que quedaba de ellos entre sus muros. Coincidencias aparentes, extendibles, generalizables y posiblemente equivocadas.


Una, dos, tres y más veces he leído tu poema “Duración” y me he preguntado, al ver que no tenía ninguna señal de mi primera lectura, en qué estado debía de estar yo en esa anterior vez para no haber dejado mi agradecimiento en esa página, aunque sólo hubiera sido por lo que dura la luz al leerlo.


En fin, Ramón, aquí estoy, rendido ante tu libro, lamentado mi primera lectura en la que yo debía estar perdido.


Gracias por esta resurrección.


Pamplona, marzo de 2022

Isidoro Parra.



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