CAMINO A SANTIAGO. CAMINO AL INTERIOR. Décimo quinta etapa


DIA 3 DE OCTUBRE:

DE CALZADA DEL COTO A RELIEGOS.


El hospitalero, para empezar la jornada, nos ha echado una reprimenda a un chino y a mi por levantarnos y salir a la sala de desayunos antes de las seis y media. Resultaba gracioso por la simpleza de la regañina y por su falta de sentido y nos hemos reído en silencio porque, por una parte, había ya más gente levantada y haciendo más ruido que nosotros (yo intento ser silencioso a esas hora y el chino lo era por naturaleza) y, por otra, si pienso en la actitud de molestar por molestar o con intención, la noche anterior, él había participado activamente en una conversación en la calle y en la misma sala, con un grupo de jóvenes peregrinos y vecinos del pueblo, después de las diez de la noche, hora más allá del toque de queda, y en voz bastante alta. Tampoco le damos más importancia. Como ha venido la ola, se va.


Después de un frugal desayuno, que también se paga con la voluntad, dejo el albergue pasadas las siete de la mañana y comienzo la jornada del día, de noche y ayudado por mi frontal.


En la primera parte del recorrido, mientras espero el amanecer y cuando llega, que por cierto llega luminoso y limpio de nubes, dorado y brillante en su punto culminante, hasta que llego a Bercianos, voy pensando en José Zamarbide. Siempre lo he respetado y también me ha inquietado, a veces, su actitud un poco gruñona o que yo interpretaba como derivada de una insatisfacción permanente. Pero el tiempo ha cambiado muchas cosas. Él ha tenido mala suerte: su enfermedad le ha restado mucha vitalidad y muchas posibilidades físicas, pero nos ha dado a los demás, al menos a mí, un gran regalo: el descubrimiento, sin falsos rubores por su parte, de la ternura que llevaba y lleva dentro. No sé si el resto de personas que le rodean y mantienen algún tipo de convivencia desde hace años con él perciben lo mismo, pero yo lo estoy viviendo como un tesoro de afectos, como un río que no puedo gobernar, que cada día me sorprende con algo nuevo. Gracias, José.


Además, por si no fuera suficiente, descubro su profundidad de pensamiento, su deseo de saber más, su agudeza en los análisis de las lecturas y de las actitudes y su interés por las cosas, por la filosofía y las personas.


Pienso que haré bien si consigo guardar el contenido de sus whats ups de este viaje y no perder ese tesoro de la comunicación más humana que pocas veces se nos da la oportunidad de vivir.


Justo después de amanecer, dos imágenes me sacan de estos pensamientos: la primera, a la izquierda del Camino, la ermita de Nuestra Sra. de Perales, a la entrada de Bercianos del Real Camino, una ermita de dimensiones considerables, con sus paredes de ladrillo viejo, ahora rojos por la luz del amanecer que los baña y con un pequeño parque de árboles ralos a su alrededor.  Al otro lado de la carretera, la imagen de una gran casa rural (creo que de adobe y ladrillo viejo), magnífica por su tamaño y apariencia de gran mansión, de colores ocres y rodeada de una imponente tapia, todo ello embellecido también por la luz del amanecer que recibe sobre su rostro antiguo y señorial. La veo enmarcada entre las hojas casi otoñales de los plataneros que cubren el camino.


             (Bercianos)


Por cierto, en ese punto, un arco formado por un ancho tubo de aluminio, pasa de lado a lado del Camino en una imagen anómala, de difícil explicación, que recuerda a un desecho de alguna fábrica y que, en ese paisaje, desentona con todo su entorno.


Todo se funde, la luz, las casas, las personas que, en el contexto de este viaje, encajan y encuentran el espacio de su vida en cada pueblo, en cada camino. Todo se mezcla con una simpleza que parece más natural y lógica que complicada.


En Bercianos, un pueblo con casas separadas que le dan una imagen más señorial, me detengo a descansar unos minutos en una cancha de petanca que parece antigua y en uso por los vecinos. También me parece interesante un albergue que se ubica en una casa aislada, cuadrada y solariega. El contraste del conjunto del pueblo y de algún antiguo palomar, a las afueras, con la torre metálica y moderna de la Iglesia del pueblo es para pensar dónde están los que autorizaron esta obra.


Me entra un mensaje de Txelo con el texto que parece ha publicado Isabel Coixet sobre el tema de Cataluña, dirigido a sus amigos internacionales.


Su lectura me ha devuelto a la realidad del país. Pienso en cuánto hay de realidad, de verdad o de manipulación en cada artículo que leemos, pero prefiero pasar página estos días: nada puedo hacer y no voy a estropear la experiencia del Camino.


Después, he escuchado la homilía del pasado domingo de Miguel Ángel. Desde un evangelio de Mateo, ha llevado el contenido del mismo hacia el tema de la “autoridad”, analizando quién la tiene, quién o qué te la da y repasando todo tipo de autoridades: la política, la religiosa, la familiar.


En la primera parte, me ha dejado un poco preocupado, me ha parecido que se salía de cualquier tipo de discurso pastoral para adentrarse en los terrenos de la crítica de lo social, de la vida pública, casi con matices políticos. En otros momentos, también he pensado que le duraba el resentimiento hacia el obispo, por la charla que mantuvieron sobre algunos temas como los scouts, etc., y lo no menos cierto es que he pensado en todo ello sin que, en ningún momento, pueda cuestionar nada de lo que dice. Solamente es un cierto temor de que estuviera deslizándose por otros caminos que pudieran perjudicarle.


Al final de su prédica, con una facilidad y habilidad asombrosas, ha girado hacia el texto del evangelio y ha abordado un mensaje y una invitación a la reflexión personal de cada uno. ¿Cómo se puede ser tan brillante?.


Me quedo con una frase que ha pronunciado, originaria de Salomón: “Diós, enséñame a manejar mi vida.”


Eso es algo sobre lo que, en estos días de camino, estoy reflexionado bastante. ¿Cómo manejo yo mi vida?, ¿cómo la he manejado hasta ahora?, ¿qué debo hacer en los próximos tiempos?.


No es una cuestión de buscar culpables ni echar nada en cara a padres, maestros ni a nadie, pero si uno se tiene que estar planteando a estas alturas de la vida cómo ha de manejar su vida (y es algo que me planteo), algo ha fallado hace tiempo: el material, la educación, la dedicación de demasiado tiempo a actividades únicamente relacionadas con el trabajo, la propia ceguera y el no pararse a pensar, la falta de autocrítica personal, la vanidad, …


Pero no es menos cierto que todavía debería de estar a tiempo de cambiar algunas actitudes para el tiempo que me quede por vivir, sobre todo pensando en los que me rodean, en los que digo o pienso que quiero. A veces, yo mismo digo que pienso que me he trabajado muchos años para ir puliendo mis actitudes, para mejorar, pero ahora, que solo me acompaña el camino y mis pisadas, me vuelvo a preguntar si ese trabajo ha estado bien orientado, si he logrado algo.


Del Camino de hoy, poco hay que decir: paralelo y al lado de la carretera, de gravilla y polvoriento, con árboles escuálidos en todo el recorrido que no daban sombra ni frescor.


Para intentar olvidarme del calor, retomo a San Juan de la Cruz:


(La Esposa)

Nuestro lecho florido,

de cuevas de leones enlazado,

en púrpura tendido,

de paz edificado,

de mil escudos de oro coronado.


A zaga de tu huella

las jóvenes discurren al camino,

al toque de centella,

al adobado vino,

emisiones de bálsamo divino.


Paso por El Burgo Ranero, posible destino de etapa que he desechado para continuar unos kilómetros más. En la entrada del pueblo sale a mi paso un crucero que parece antiguo pero que está construido en 2004. Dentro del pueblo, me detengo un rato en el porche de la Iglesia para comer una fruta, beber un poco de agua y descansar.


El Camino sigue y sigue, monotonía y monotonía. A lo lejos, adivino una torre de iglesia, también moderna y me pregunto si será Reliegos, pero no. Se trata de Villamarco, que dejo a mi izquierda para continuar, aunque un camino bien preparado de árboles y bancos, invita a quedarse en esta localidad en la que también han florecido albergues y negocios del Camino.


Me cuesta llegar a Reliegos. El Albergue (Gil) confirma mis dudas del día anterior cuando, después de varias llamadas, comprobé que el resto de albergues del pueblo estaban llenos. El mío es un aprovechamiento de habitaciones de una casa, junto al bar, de habitaciones construidas en el corral de la casa, todo ello sin ningún encanto ni atractivo.


Paso a mi habitación y mando mi mensaje del día: “Décimo quinta etapa acabada. De Calzada de Coto a Reliegos (entre el Burgo Ranero y Mansilla de las Mulas). 34.995 pasos y 29,1 kilómetros. Roto por la monotonía del camino.”


Tomo mi ducha y practico curas. Estoy cansado y decido quedarme en la terraza exterior del bar a comer mientras analizo la etapa siguiente y tomo mis decisiones.


Leo con atención un poema que me ha enviado María y que agradezco:


“Peregrino, peregrino,

¿te viste en la fuente clara?

Sueña el alma peregrina

Con la roca desde el alba.

Y el sol peregrino sueña,

Al asomarse a tu alma,

Te hace nacer los senderos

Al nacer de la mañana.


Coincido con los dos jóvenes de Mondragón que van con una perra y con un grupo de jóvenes alemanes, americanos, etc. Veo, sobre todo, gente joven. La chica de Mondragón se desespera porque en todas las gestiones que hace con albergues o casas le responden lo mismo: no le permiten alojarse con el perro.


Y surge el momento: Un joven alemán que se presenta como Davide y que duerme diariamente en tienda de campaña, se me acerca a la mesa del Bar Torre en la que estoy escribiendo y se presenta. Me pregunta si hago solo el camino y por qué. Le doy alguna explicación y me dice que le parece formidable, que a él le gusta (y lo hace) caminar solo y dormir solo también, en su tienda, porque consigue pensar más en él, en el mundo y en la naturaleza y estar más intimo con el camino, aunque luego le guste también compartir momentos con otros jóvenes.


Hablamos un poco más y nos intercambiamos nombres, nos damos la mano y nos deseamos buen camino. Probablemente, no volveré a cruzarme con él porque el trazado de sus etapas es diferente, a veces más rápido y también se puede quedar varios días en un solo sitio.


Sin más, ni esperar más, pero más que suficiente.


El pueblo tiene varios albergues y un bar especial: El Bar Torre, gestionado por Sinín, el Elvis Presley del camino, como le llaman en toda la prensa de la zona: un señor mayor, menudo de cuerpo, con barba y pocos dientes, delgado y con buena música, más desaseado que lo deseable y con un bar caótico, digno de cualquier película de, más que bajos, cutres fondos, con las paredes llenas de grafitis, pintadas, escritos de peregrinos, camisetas, banderas, telarañas, dibujos cósmicos, …. El local me recordaba a El Cambio, de Camagüey, con leguas y leguas de ventaja para el cubano.


Le pido si me puede sellar la credencial y el diario y me invita a servirme yo mismo.


La tarde es apacible y la temperatura ideal para resistirse a entrar en ningún recinto. 


Doy un buen repaso a Copérnico, a Tú no eres como otras madres y a Guerra y Paz.


Cuando anochece, tomo una cena de huevos rotos en el bar del albergue y me retiro a leer y descansar.


Recuento físico:

Pasos del día: 34.995. Acumulados: 498.286.

Kilómetros del día: 29,1. Acumulados: 401,1.


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