EJERCICIOS DE TALLER XIV. UNA LUNA LEJANA.

LA LUNA


“El astro de plata que ilumina las noches” podría ser una forma de designarla, algo cursi, eso sí.


Se me ocurren muchos temas para hablar de la luna: la fuente de inspiración que ha sido para muchos poetas y para muchos poemas de amor, la fuente del hechizo que dejaba con cara de alelados a cualquier pareja de enamorados, nuestro satélite, la épica de la supuesta primera llegada del hombre a la luna, el material del que está hecha, sus mares, el uso que de su nombre se ha hecho en muchas películas, en muchas más novelas, su influencia sobre las mareas, pero tengo dos o tres más cercanos.


No voy a caer en hacer uso del hecho de que mi casa del pueblo se llame La Luna, cuyo nombre se decidió porque al comprar el solar, en una noche de luna llena, veíamos la sombra del terreno mi mujer, mis hijos y yo, bajo los efectos de ese foco lunar y no hubo más que hablar, el nombre brotó de forma espontánea, no sé muy bien por parte de quién, y quedó aceptado por todos.


Más lejos de aquí, ese nombre, me trae recuerdos de un lejano lugar de China. En la provincia de Yunan, muy cerca de Yantsuo, en medio de un macizo de montañas kársticas, hay una montaña que llaman La Luna.


Es una mole compacta, con abundante vegetación, a pesar de que su suelo es, en su mayoría, roca sólida, en cuya cima, la naturaleza o alguno de sus accidentes, ha jugado un papel especial al dejar intacto, sobre la plataforma de la cumbre, un arco natural de piedra altísimo, como si fuera el asa de una cesta. 





Para ascender hasta la cumbre, he de confesar que hay que pisar y subir más de ochocientas escaleras, pero el panorama que se puede admirar desde la cumbre hace pequeño el esfuerzo.


Desde ese mirador, se puede divisar ese mar de montañas cilíndricas, cuyos pies bañan corrientes de ríos caudalosos.


Son montañas desde las que se practican deportes de viento, parapente, vuelo en globos aerostáticos, etc., además de escaladas por paredes completamente verticales.


Puedo asegurar que la llegada a la cima, después de la subida, se hace con la camiseta empapada de sudor. Además del esfuerzo de la subida, el calor y la humedad del ambiente, te hace sudar a los pocos pasos.


A pesar de que solamente la experiencia de subir, contemplar y bajar merece la pena, ahí no se acaba la experiencia.


Al bajar, en una pequeña aldea situada frente a la puerta por la que se inicia la subida a la montaña, se puede visitar un pequeño y encantador establecimiento hotelero que también se denomina “La Luna”, en el que, para descanso de los guerreros y guerreras, se puede paladear una cerveza Tsintao, bien fría, acompañada de unos exquisitos dumplings.


Hay que ver para cuánto da la luna.


Octubre de 2021.

Isidoro




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