CARTA ABIERTA Nº 11 A KARMELO C. IRIBARREN.


Buenos días, Karmelo.


Hoy, con el cielo totalmente encapotado y los senderos de los jardines cubiertos de hojas con los colores del otoño, me he dado un paseo tranquilo, aprovechando para leer tu poemario “Haciendo planes”.


Me ha metido directamente dentro de tu poesía el primer poema en el que la lluvia, esa que vuelve más atractivas las calles al anochecer y de madrugada, hace acto de presencia.


Lluvia y trenes, para crear la atmósfera idónea para escribir un poema, en “Una mañana de miércoles”. Perdón, me olvidaba -¡qué imbécil!- del bar y el café.


He leído tu poema “El invierno” y no he podido evitar la carcajada. Como puedes apreciar, es algo más que una sonrisa. Debe ser que me siento más libre leyendo en la calle.


Me identifico con lo que expresas en tu poema “El viejo boxeador”, pero en lo que a ti respecta, te equivocas, porque tú no vas a dejar vacío este espacio, nos lo vas a dejar lleno de tu poesía. Perdona el egoísmo de los que también vamos a partir.


La estrechez de los pasillos no ayuda a evitar los cuchillos y los rencores, se ven más las heridas y se huele la ira y el desengaño.


Al leer tu poema “El balcón en invierno”, he pensado que a lo largo de la vida nos suceden pequeñas historias, ráfagas de momentos que podrían ser y que, en el recuerdo, pueden llenar una vida. Además, tu tienes la suerte de que llenan tus poemas.


Sutileza a raudales en “Al pasar”, su alegría, tal vez aparente solamente, tu mirada y el paso del tiempo, implacable.


Leer tu poema “Nostalgia” ha sido como un fogonazo. Le daba vueltas a esa actitud tuya tan derrotista hacia tu vida, tan canalla a veces, pero no sabía dar con el origen de esa actitud, pero aquí he leído sobre la nostalgia, la falta de ilusión y de propósito de la enmienda, casi nada.


“Es nostalgia, una mezcla 

de lo que fue bello y su recuerdo 

visitándome ahora,

mientras bebo 

y miro con ternura 

mi pobre juventud, 

su prematura falta de ilusión,

y -ya entonces- 

aquel escaso afán 

en el propósito de enmienda.”


Me ha hecho sonreír tu poema “En el parque” y, además, me has dado un argumento para intentar cambiar la herida que siempre le produce el viento a mi mujer.


A partir de ahora, después de leer tu poema “El horizonte”, lo miraré al atardecer con mayor libertad y menos solemnidad.


Para retratar la melancolía, nos hablas de trenes que no se detienen en esas pequeñas estaciones de pueblo, ya abandonadas, y, sin poderlo evitar, todo se llena de nostalgia.


Hasta pronto, Karmelo, y gracias.


Pamplona, octubre de 2021.

Isidoro Parra.


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