CARTA ABIERTA Nº 7 A BASILIO SÁNCHEZ.
Buenas tardes, Basilio.
He dejado reposar varios días tu poemario “Esperando las noticias del agua”. Necesitaba descansar de tus palabras que tan fuertemente han arraigado en mi pensamiento. No podía escribirte esta carta nada más acabar el libro.
Tengo que confesarte que no es la primera vez que lo leo y también tengo que decirte que esperaba volver a leerlo, pero la experiencia ha superado cualquier expectativa.
Al no ser un libro excesivamente extenso, me las daba como que afrontaba una tarea ligera, pero el placer de detenerme en cada verso, de volver a leerlo, de volver a leer un poema una y otra vez, me ha ido emborrachando de tu poesía, Basilio, y aquí estoy sin saber qué decirte, si decirte mucho o no decirte nada y quedarme para mí los gozosos momentos de la lectura de este poemario.
Tu lenguaje ha crecido en elegancia, en amplitud de escenarios, se ha llenado de tierra y espacios vegetales, algunos remotos, de evocaciones transparentes y precisas.
En una lectura anterior señalé en este libro una docena de poemas como puerto futuro en el que volver a recalar. En este caso, se me han quedado cortos y he ido sumando y añadiendo nuevos poemas a la lista de retornos deseados.
Tengo que rendirme y dejar paso a trocitos de tus poemas, con mi mínima intervención de anticipar los sentimientos que me han provocado.
¿Cómo no incluir la palabra agua en el título del libro?. Cómo no hacerlo, si ya en el primer poema, ese del año de la sed, colocas de escenario algo tan hostil y tan humano:
“Un territorio estéril
había convertido la distancia en un espacio insalvable”.
No tengo claro dónde hay más ausencia de agua, ni más desolación.
¿Cómo no quedarse al borde de bajar a esa calle de necesidades y frialdades?:
“Ni el que sale a la calle con su fuego
y le dice a la nieve:
dame la claridad que purifica,
dame el orden
transparente del frío,
dame tu lentitud y tu belleza.”
¿Cómo no perderse y también encontrarse en esas líneas de certezas y enigmas?:
“Nuestros rostros
reflejan la hermosura
de los que se debaten,
solitarios,
pero con fuerza aún, en los confines
de la ausencia de Dios.”
¿Cómo no dejarse atrapar por la vastedad de ese vacío?:
“Él ha abierto
sus espacios cerrados
a la perplejidad de las distancias
y a los cielos sin límites.”
¿Cómo no sonreír ante la salvación de la tristeza?:
“Asciende con el aire,
fertilizada con el sueño,
la alegría de los tristes.”
¿Cómo no suspender la respiración hasta su esperada llegada? ¿Estará?:
“Reconstruye mi casa sobre el humo
de los desprendimientos
y sobre los escombros
de lo que alguna vez llamamos paraíso,
y allí,
sobre una piedra,
espérame."
¿Cómo no agradecer tener el cobijo de una casa?:
“Toda casa se erige
sobre una soledad acogedora.
../…
Donde un hombre y una mujer se aman
sin temor y sin cólera
siempre ha habido una casa.”
¿Cómo no despertar los recuerdos más lejanos?:
“No se pueden
abandonar del todo los lugares
en los que construimos lo que somos, …”
¿Cómo no reconocer la atracción de lo perdido, de lo no alcanzado?:
“La ciudad es hermosa
porque nunca dejó de ser secreta,
nuestro río es hermoso
porque siempre discurrió hacia el misterio.
Lo único que sobrevive
a la caída en olvido de los pueblos
es la belleza de sus ruinas,
el esplendor modesto de su inmensa pobreza.”
¿Cómo no recorrer contigo las ramas de los árboles, el susurro de las hojas, el canto de los pájaros?:
“…
apacibles
en la melancolía de su herida,
los árboles se mueren hacia adentro:
…
La vida nos enseña a soportar la intemperie.
Pasaremos nosotros
y los árboles
seguirán siendo fieles al horizonte y a la luna.”
¿Cómo no pensar en una luz en las tinieblas del misterio?:
“…
guardamos en nosotros,
junto a nuestras carencias,
un trozo irreducible de ese espacio de Dios.”
¿Cómo no desear encadenarse a esas ventanas de esperanza?:
“Los que fueron
mejores que nosotros
construyeron sus casas para todos nosotros.”
…
“Encontramos la entrada a la materia
secreta de las cosas
y ya no regresamos.”
¿Cómo no pensar y acariciar esas posibilidades de la eternidad?:
“Lo que no ha sido nunca
circunscrito, lo que nos une al todo
y a la nada,
ese núcleo infinito,
silencioso,
del que manan las posibilidades.”
¿Cómo no pararse a pensar en ese legado lleno de responsabilidad y de continuidad?:
“Las cosas que se mueren
delegan en nosotros
la custodia del mundo,
ponen en nuestras manos el testigo
de nuestra permanencia.”
¿Cómo no regocijarse con la invisibilidad y la sutileza?:
“Que es sólo con la elegancia de lo invisible
como la vida nos acoge.”
Y así, Basilio, con estos ejemplos de tus versos, lo grande, y con mis sentimientos al leerlos, lo pequeño, me despido de ti hasta la próxima, que espero que la haya.
Saludos,
Pamplona, febrero de 2022.
Isidoro Parra.
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