CARTA ABIERTA Nº 2 A MARTHA A. ALONSO MORENO.


Buenos días, Martha,


Hace unos instantes he cerrado el libro que contiene tu poemario “Wendy”, después de haberlo leído, creo que por tercera vez.


Antes de que pase el tiempo, quiero enviarte estas líneas para decirte que tu universo ha superado algunos horizontes y serían varias las líneas que podría llenar con referencias a diversos poemas de este libro, pero me quiero centrar en los poemas a los que, tras cerrar el libro, he vuelto para leerlos de nuevo, antes de dejarlo en la estantería.


El primero de ellos es “Mutaciones poéticas”. En estos versos, nos regalas el recuerdo, hecho poesía, de tus ancestros, de su forma de ser poetas. Son esos instantes que, inevitablemente, se quedan grabados en la parte posterior de la retina, de cuyo amparo vuelven a nosotros de vez en cuando para dar sentido a lo que hacemos.


De todo el poema, a pesar de lo mucho que hay por elegir, me voy a quedar con el agradecimiento de tu bisabuela al ver el mar por primera vez:


“Gracias 

por 

los ojos”


He descansado y pensado un poco sobre el contenido de tu poema “Mi abuelo nunca leyó a Marcel Proust”. Al margen de la pomposidad de saber literario del recordado autor, me quedo con la sencillez de los consejos de tu abuelo, que no escribieras tanto, que escribieras más. Parece que tu abuelo tuviera la sabiduría de aconsejar en cada momento lo que encajaba en el momento que tú misma estabas viviendo, descansa, no dejes de decir cuanto sientas.


Por último, quiero agradecerte el poema “Distancias”, el que habla de los amores de tu bisabuelo Juan que, entre sus versos ligeros, me ha parecido traía ecos de San Juan de la Cruz.


No me quiero extender, Martha, prefiero quedarme con este globo de sensaciones de estos tres poemas que me harán volar unos minutos sobre el césped.


Gracias y hasta pronto.


Pamplona, febrero de 2022.

Isidoro Parra.


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