CARTA ABIERTA Nº 2 A LUÍS GARCÍA MONTERO


Buenos días, Luís.


Tal como te decía en mi primera carta, he puesto mi mirada en tu poemario “Habitaciones separadas”.


Es difícil no percibir en sus páginas los primeros brotes de un poeta más hondo que la palabra que se dice o se escribe.


El primer poema que abre el libro refleja en varios momentos, un profundo sentir por el tiempo, por el ser, por el amor, por las compañías y por la libertad, por la vivencia del dolor íntimo:


“De todo se hace cargo, de nada convence.

Sus huellas tienen hoy la quemadura 

de los sueños vacíos.”


../…


“No quiere renunciar. Para seguir camino 

acepta que la vida se refugie 

en una habitación que no es la suya.


../…


Tiempo de habitaciones separadas.”


Me pregunto si es posible leer poesía y no caer rendido ante un epitafio como el del poema “Fotografías veladas con la lluvia”:


“Nos duele envejecer, pero resulta 

más difícil aún 

comprender que se ama solamente 

aquello que envejece.”


Lo cierto es que, tal vez, lo que envejece, se ame con la desesperación del abismo de la soledad, con la amenaza de la inevitable finitud.


Creo que la idea del paso del tiempo y de la finitud, de las edades, se celebra en varios poemas, pero, en este momento de esta carta me quedo con la del final de tu poema “Unas cartas de amor”:


“En vosotros aprendo que la vida 

tiene menos que ver con los principios 

que con la dignidad de los finales.”


Hablando del paso del tiempo, Luís, a mí también me gustaría que la noche, en vez de ser eterna, fuera, una vez que ha llegado, reincidente sin final.


A pesar del lamento del final de tu poema “Noche de nieve”, el mensaje de vacío, la cadencia de las palabras, no da tranquilidad, pero sí respira calma.


Y, sin apenas sentirlo, llegamos al amor, al amor de esa dedicatoria que alguien te habrá agradecido por el contenido y el desaliento, por la manera tan bella de entregarse, de rendirse al amor, en el poema “Dedicatoria”:


“Si alguna vez la vida te maltrata, 

acuérdate de mí, 

que no puede cansarse de esperar 

aquel que no se cansa de mirarte.”


Me gustaría que los deseos que expresas al final del poema “Mujeres” sirvieran también para despedir al que se va de mi lado, a veces para siempre. Creo haber entendido el momento y la dirección, el destinatario del mensaje de tu poema, pero me gustaría ampliarlo al adiós para siempre y al adiós de cada día:

“Que tengas un buen día, 

que la suerte te busque 

en tu casa pequeña y ordenada, 

que la vida te trate dignamente.”


He sentido acompañarte, parece que me has invitado a hacerlo, en el recorrido que haces en tu poema “Afirmación”, un viaje entre álamos, por carreteras secundarias.


Gracias por tu poesía, Luís, gracias por hacerme sentirme feliz y en calma durante unas horas.


Pamplona, marzo de 2022.

Isidoro Parra.

 


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