CARTA ABIERTA Nº 1 A HANNAH ARENDT


Buenos días, Hannah.


A estas alturas, creo que tu presencia en nuestras vidas sigue tan viva como cuando te dirigías a nosotros hablándonos, que el hecho de tu salida de este espacio material no hace menos real tu huella y tus palabras. Por eso, me voy a permitir enviarte unas palabras en relación con tus poemas recogidos en una edición publicada en España estos años pasados.


La he vuelto a leer después de haber leído algunos de tus ensayos y otros libros de la época que te tocó vivir encima de esta tierra.


No soy amigo de leer presentaciones extensas ni halagos de las solapas de los libros, pero, en este caso, me he detenido un momento en las palabras que figuran en la contraportada, en las que se afirma que “tu obra, sin una estrecha relación con la poesía, sería inconcebible”. Las he leído antes de iniciar la lectura de los poemas y las he tenido presente mientras lo hacía, pero no estoy muy seguro de que, después de acabar el libro, esté muy de acuerdo con esa afirmación. Creo que tu obra en prosa, tu pensamiento, abarca mucho más territorio, a pesar de que el de la poesía no tiene límites. A riesgo de caer en la vanidad que aparenta saber algo cuando, en realidad, nada sabe, me atrevería a decir que lo que es cierto es que tu poesía habla de tu vida, de la mirada con la que te enfrentabas a ella y a sus sucesos, habla de tus vivencias y de algunos amigos que fueron importantes para ti, habla de la profundidad y reflexión con la que vivías el tiempo que te tocó vivir.


Apenas hay nombres, no son necesarios.


En el primer poema, “Sin título”, hablas de palabras que no existen, de la tierra, de palabras oscuras, poco amables y finalizas con una sentencia: “Demasiado tarde, demasiado tarde”. Me pregunto, Hannah, para qué era demasiado tarde, ¿para ver la luz a través de la sombra?, ¿Para poner palabras a la oscuridad de los horrores?, ¿para pedir a los dioses que alcen la mano y digan basta ya?.


En tu poema “Consuelo”, los versos se cargan de pesimismo o, según se mire, de realidad no esperanzada. Solo dejas abierta la puerta a la “mera persistencia” y yo me he preguntado ¿persistencia para qué, para vivir, para seguir dudando y abrir las posibilidad de la lucha?.


He leído los versos de tu poema “Sueño” y me he encontrado con palabras grises y también con palabras cargadas de alegría. Te despides diciendo que bailas y bailas con irónico fulgor, dejándome la duda de si bailas para olvidar o para seguir viviendo.


Algunos de tus poemas, no alegres, por cierto, parece que no nos dejan otra salida que seguir queriendo, intentar poder sobrevivir al menos, no dejar que el crepúsculo nos encierre para siempre en la oscuridad. Así me ha pasado con tu poema “Cansancio”.


Por no repetir un título sin título, me detengo en el poema que comienza “Paso los días desorientada, …”, en el que me has hecho transitar por el reconocimiento de la soledad y la desesperación para reconocer mi situación, dejando abierta la posibilidad de tomar decisiones, de actuar.


Todo se va a dirimir, Hannah, a título personal, en el abrazo con la muerte; la vida nos llevará al no ser que nos espera.


Me ha gustado mucho ese primer verso de uno de tus poemas: “La tristeza es como una luz encendida en el corazón”. Creo que esa tristeza ha dejado de serlo.


Los limites que describes en tu poema “Inmensurable es la amplitud…” son difusos aunque profundos. Consuela tu visión del encaje entre la realidad y el equilibrio.


En otro de tus poemas, cuando van los pensamientos hacia ti, te conviertes en la cálida matriz de las palabras.


He creído ver que repartías alternativas para todos en tu poema “El fondo se desvela sólo …”, ensalzas el valor de la remontada tras la caída, hasta llegar a la luz y, si no puedes, también te queda el seno de la tierra.


No es necesario seguir acudiendo a detalles de cada poema para decirte, Hannah, que tu poesía no me ha dejado indiferente, que ha arañado mi piel por dentro, que me ha abierto nuevas reflexiones y muchas dudas, esas dudas que nos hacen seguir insistiendo en la vida.


Gracias por tu poesía, Hannah. Estoy seguro de que leerás esta carta, ahora más fácil que cuando pisabas esta tierra que nos soporta.


Hasta pronto.



Pamplona, junio de 2022. 

Isidoro Parra.


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