CARTA ABIERTA Nº 2 A JAVIER VELAZA.


Buenas tardes, Javier.


No puedo evitar, cuando pronuncio o escribo tu nombre, que mi mente se desplace a Castejón, tu pueblo natal, sobre todo a la estación de ferrocarril, que es lo que realmente conozco de esa localidad.


Probablemente, como no puedo identificar otro sitio de Castejón en el que ubicarte, pienso que esa estación ha sido para ti punto de salida o de huida, destino, reencuentro y separación. En ocasiones, la vida nos lleva lejos del lugar en el que llegamos a la vida, pero uno siempre vuelve, presencial o mentalmente.


Es una mudanza, la vida es una mudanza, como el contenido de muchos de los poemas que has incluido en tu poemario “De mudanzas”, que acabo de disfrutar y, aunque solamente sea un poco, también de vivirlo.


Ahora, quería hacerte algunos comentarios, pensamientos que la lectura de algunos poemas me han acompañado. Los que leemos poesía, aunque no entendamos mucho, sabemos que es como sentarse en una alfombra mágica, un vehículo para viajar hacia ti mismo.


En principio, me ha resultado curioso el título, pero mucho más su contenido. Los poetas, siempre hablando del ayer, del tiempo, del amor, de la soledad y la nostalgia, no siempre caen en la cuenta de que todo ello se puede encerrar en una palabra que puede pasar desapercibida, como mudanza.


Esa falta de percepción, después de leer tu libro, resulta más curiosa, porque tras acabar el último poema, te das cuenta que nuestra vida, la de cada uno, está llena de mudanzas, recorrida por ellas, marcada y compartimentada por un dejar y un llegar; un dejar que nunca es definitivo y un llegar lleno de incertidumbres.


Parece que el espacio de una vida puede encerrarse en ese “trayecto entre casas vacías” con el que comienzas el primer poema y acabas el último. Un trayecto que, en sí mismo, es un recorrido lleno de vida y de sentimientos, de dudas e inseguridades.


En el primer poema, “Mudanzas”, dibujas el escenario del libro, el vacío en lo despojado, las huellas de lo abandonado, de lo que queda, trayectos sin descansos, realidades suspendidas, la epopeya de lo perdido, lo inencontrable, la piedad y la sabiduría, el tiempo que siempre nos envuelve, lo sagrado.


He apreciado otro personaje que habita los espacios de las mudanzas, las cajas, unas vacías, otras repletas de esperanzas, otras con la conciencia vacía, otras hinchadas de recuerdos.


También están las reglas, esas que tú llamas leyes, el uniforme, la compañía y la soledad, el silencio que habla, los nuevos aprendizajes, las decisiones.


Me ha gustado esa frase que vive en el centro de un poema: “la distancia entre dos puntos es la voluntad”, esa voluntad que te lleva a rezar, al final del mismo poema, al “dios sin techo de los nómadas”.


Me encanta ese armario lleno de ofidios, de ropas viejas, ajadas por el tiempo y el uso, con tu voluntad caminando entre la aceptación y la desidia, mudanzas de piel y de sentimientos, de abandonos y absoluciones.


A mi también me gustaría ser siempre el verbo ir.


¿Merece la pena ser fulgurita?, me pregunto, si hay que acabar así:


“Tu historia, como todas, se resume 

en poco:

haber sido 

rayo un instante, 

piedra para siempre.”


Creo que todos somos un poco de todo, en eso estamos de acuerdo, Javier, como tú mismo dices, “estéril, prodigioso, irrepetible”.


También creo cumplir los mandamientos del transeúnte y tendré en cuenta que en caso de no cumplirlos algún día, buscaré la noche como refugio, como puerta de huída.


Contra los curiosos, me reservo tu consejo, ante sus preguntas escogeré la mentira.


He descansado un rato, me he detenido y sonreído con la profundidad de la duda en esa afirmación tan solemne: ante la “trémula belleza del que emigra”. Mientras pensaba, seguramente me estaban traicionando las cigüeñas.


Gozo es leer tu poema del mismo nombre, Javier, gozo y sonrisa y confianza y aliento.


No estoy seguro, Javier, que despertar sea, a veces, volver a ser el mismo. Tengo la sensación que sobra el “a veces”.


Tengo que confesarte que, en ocasiones, intento fugarme de mí mismo, es casi una necesidad. Espero que nunca llegue a huir de mi huida y que mi ciudad me tenga clemencia.


Gracias, Javier, por estos retazos de vida.


Hasta pronto,


Pamplona, junio de 2022

Isidoro Parra.










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