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Mañana no sería, bien mirado, mal día para mi entierro: 

es domingo y no hay fútbol, que siempre quita mucho, 

amenaza, según el meteorólogo, 

algo de lluvia, justo para darle 

al evento su toque de tristeza 

y además este lunes es fiesta en Barcelona, 

y se quedan sin excusa más de cuatro.


No sería mal día, desde luego:

tú tienes ropa nueva -no es negra, pero casi-, 

pintamos todo el piso el mes pasado 

y me caduca pronto el pasaporte.

Y quedan todavía dos semanas y pico 

para las Navidades, basta y sobra 

para no fastidiar salvo a los muy de casa.


De aquí al martes bien pueden encontrar sustituto 

para mis clases, y los del periódico 

sólo han de recurrir, esta vez con justicia, 

a la foto en que siempre tuve cara de muerto.

Tampoco es lo de menos la puñeta 

que le hago al cura, que según me dicen, 

guarda fiesta la tarde del domingo.


No cabe duda: mañana sería 

un día excelente para mi entierro.

Lástima que yo no esté de humor 

para morirme hoy y que tú continúes 

haciéndome estas pícaras cosquillas en la oreja.

En fin, paciencia, que otra vez será.



Poema de Javier Velaza,

de su poemario “De un dios bisoño”. 

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