EJERCICIOS DE TALLER XVIII. MI LIBRO LLAVE.



MI LIBRO LLAVE


Los que hablan o escriben porque temen el silencio.

Para taparlo emplean palabras: son siempre demasiadas.

 (Jordi Doce: Hormigas blancas)


Mi casa familiar no era un hogar en el que los libros ocuparan un mínimo espacio, más bien eran invisibles a la vista y a los sentidos. No existían. Tampoco mis hermanos habían incorporado a sus vidas el sabor de los libros para poder transmitirme la pasión de la lectura.


Algo más tarde, los libros hicieron su aparición en mi vida en forma de textos obligatorios, matemáticas, geografía, religión, ciencias naturales y lecturas obligatorias de literatura española: El cantar del Mío Cid, algunos romances antiguos y algo de métrica poética para memorizar, todo ello impartido por maestros de dudosa vocación, todo ello de difícil comprensión para mí.


Tuve que esperar, como en otros muchos temas, a cumplir los dieciocho años y llegar a Pamplona para empezar a abrir otras puertas en mi mente.


Hablando de libros, intento buscar un título importante, un autor célebre y de prestigio, un libro que abriera mis ansias de leer, un Ulises que marcara un principio, pero me resulta difícil.


Creo que mi tardía vocación de lector se la debo a un libro menos prestigiado: “¡Eh, petrel!, cuaderno de un navegante solitario”, de Julio Villar, un libro que con acierto me recomendó Javier, de la librería El Parnasillo; un libro que narra la experiencia del autor, sus pensamientos y vivencias, mientras da la vuelta al mundo en solitario, conduciendo un velero por mares de todos los continentes del planeta.


La elección fue acertada. Hubiera sido difícil que en ese momento de mi vida, ese libro no me hubiera llegado bien adentro: la soledad en medio del mar, la búsqueda del yo interior, las noches estrelladas en medio del océano, la aventura, ingredientes todos ellos que me fidelizaron a la lectura del libro y a conservarlo hasta hoy como un tesoro.


¡Eh, petrel! fue la llave y el detonante que me hizo volver a la librería y pedir más.


Javier, el librero, me guió por caminos desconocidos, me abrió puertas y me invitó a entrar entre las hojas de muchos libros, me guió por laberintos de líneas negras y me hizo valorar el significado y el alma de muchas palabras.


 

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