CARTA ABIERTA Nº 1 A JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ.

Buenas tardes, José María, allá donde estés, París, Cartagena, el mundo, en las palabras o en nuestros recuerdos.

Hace un buen rato, he dado por leído tu poemario “Non, je ne regrette rien”, pero todavía no he aterrizado de este lapso de tiempo en el que he estado flotando, en el que me he aislado sintiendo que no había ninguna otra cosa a mi alrededor que no fueran tus poemas, ni el viento, ni el calor de la tarde, solo tus versos.

Normalmente, en este entretenimiento que tengo de escribir cartas perdidas -porque nunca llegarán- a poemas o poetas, me suele gustar repasar algunos poemas para contar al poeta lo que me ha hecho sentir ese poema o un verso concreto.

En este caso, José María, me vas a perdonar, pero me voy a abstener. El universo que has poblado con tus poemas es demasiado extenso y demasiado profundo. Tus poemas son tu vida, pero también son algo de las nuestras, una pequeña porción de lo que narras que nos hace sentir que hemos vivido.

No me atrevo a calificar el libro, pero no puedo evitar decirte que es mi libro del año, no hay otro, ni poesía ni prosa que me haya hecho vivir unos momentos tan intensos, llenos de sonrisas, de risas, de asombro, de apreciar que la vida merece la pena vivirla y que la Muerte es una putada pero que es más importante habernos sentido invencibles en algún momento de nuestra vida, es una forma de haberla derrotado.

Mi mente bulle de todas las sensaciones que he vivido con tus poemas. Afortunadamente, tenía en mi monasterio particular -mi casa en el campo- tu “Museo de cera” que me acompaña desde mi juventud y que ya he releído varias veces. Mis manos me piden volver a él, pero no tengo claro que me vayan a conducir por los paisajes de mi vida como lo ha hecho tu último poemario.

Me siento coartado y temeroso de mi propia estupidez e ignorancia y no voy a hablar de ningún poema, aunque he tomado notas y volveré a leerlos.

Gracias, José María.

Un abrazo.

Amillano, julio de 2022.

Isidoro Parra.