EJERCICIOS DE TALLER. MI PRIMER RECUERDO


MI PRIMER RECUERDO


Cuanto más atrás retrocedo en el pasado de mi vida, más perdido me siento. Me cuesta traer a mi memoria lo que podría ser mi primer recuerdo. De hecho, no estoy seguro de si mi primer recuerdo es éste o solamente es el que más me ha podido marcar. No estoy seguro de si creo en lo que rememoro como mi primer recuerdo o si mi primer recuerdo es algo en lo que quiero creer, si mis deseos me engañan o intento engañar a mis deseos, si es algo real, que ha sucedido, o es una construcción cimentada en mis carencias y mis anhelos.


Me quedo con que lo que ahora sostengo como mi primer recuerdo es lo que hoy y aquí tengo por tal y, con ello, soy consciente que, real o construido, es parte de los cimientos que sostienen mi vida.


Así que sin temor ni conciencia, construyamos ese recuerdo que martilla nuestra frente.


Yo tendría algo más de cuatro años y para esa época ya había pasado demasiado tiempo a solas con mi hermana y mi hermano, como consecuencia de los largos periodos de internamiento hospitalario de mi padre.


Dicen que, por esas fechas, yo llamaba “madre” a mi hermana que, por entonces, alcanzaba la edad de veintidós años.


Dicen que yo era tímido y algo apocado. Con la diferencia de edad con mis hermanos, nadie asumió en esa época el papel de padre para mí.


En esas fechas, mi hermana contrajo matrimonio y trasladó su vida a Tolosa, con su marido.


Supongo que dejó en mí un gran vacío, aunque no recuerdo mucho de su partida ni de ese vacío.


Lo que si guardo en algún rincón de mi memoria es la agitación de esos días previos a la boda; algo pasaba sin que nadie tuviera tiempo de dedicarme un segundo. Tengo la sensación de estar ausente, alelado, perdido en una isla de olvidos, no consciente.


Mis padres, que tenían los recursos que tenían, pero que sentían la obligación de dar el do de pecho en esas circunstancias, con la ayuda de hermanos, tíos y resto de familia reunían las viandas, mataban los corderos, los cerdos, preparaban la comida que se había de servir en aquél local de mis primeros bailes, “La Patera”; se arreglaban trajes, mi madre y mi padre corrían de un lado a otro, no suspiraban; como decía mi madre, se le levantaban las alas del corazón, que no sé lo que era pero suena más profundo.


Yo, seguramente, observaba y no entendía nada, pero recuerdo la pesadez, no la alegría de esos días. Todo pasaba como un huracán, sin poder retener ninguna “sustancia”, ninguna sensación clara. Alguien se ocuparía de mí pero no lo recuerdo, solamente tengo el recuerdo de la compañía de mi prima Gloria y del baile que, a tenor de esta fotografía, nos marcamos ese día, ella alegre y yo con cara de circunstancia, de besugo.






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