LA DULZURA DE LA VIDA
LA DULZURA DE LA VIDA
Cuando alguien ve, por vez primera
ese año, un membrillo maduro,
Se asoma hasta sus ojos el otoño
y los llena de un gozo incontenible.
Ni aun de plata, un cuchillo
podría entrar en sus abruptos
amarillos olorosos, sin herir
gravemente un modo de universo.
Por eso se le da un lugar en la casa,
y el vasar lo recoge
como a un idolillo de los lares.
Poco a poco va cambiando
y su cremosa y suave pelusilla
sucumbe a continentes y mares
de blanquiazules hongos.
Y se seca su carne a lo largo del invierno,
sin dejar otro rastro que una mancha
en el papel. Y nadie entonces
se atreve a preguntar, cuando repara
en ello, por esa negra forma,
monstruosa cabeza reducida.
Poema de Andrés Trapiello,
de su poemario “Junto al agua”.
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