ENIGMAS. MUROS DEL MIEDO

MUROS DEL MIEDO



como si tu silencio hubiere destruido

todos los sueños menos la belleza.

Jenaro Talens: Territorios (Otra escena)



Estamos en 2005, nuestro primer viaje a China. Es diciembre y el hielo y el frío nos persiguen de la mañana a la noche. Tal vez por ello, los patios de esta Ciudad Prohibida no están repletos de gente y apreciamos los matices de cada rincón.


Las murallas, sólidas como el miedo, están coronadas por pabellones y salas de audiencias. Su silueta, en lo alto, me trae la imagen de grandes aves que se posan sobre esa gran pared para rebajar la dureza de la imagen, para darle el atractivo que la pesadez de sus muros le niegan.


Los aleros de sus tejados, profusamente enriquecidos, parecen alas diminutas que enriquecen su vuelo.


Han pasado tantos años desde que algún emperador los hizo construir que han acabado formando un todo; murallas y pabellones son parte de la misma historia.


En esos muros se encajan esos inmensos portones, al principio y al final del túnel que socava el espesor de las defensas. Son puertas de tránsito, que vienen de otras puertas y otros patios, que llevan a otros patios y otras puertas.


Aunque estén abiertas, es difícil apreciar aquello a lo que te dan paso. Han sido construidas para ocultar, para proteger y defenderse, para enmudecer la voz: solo el que mandaba podía ser oído. Han eliminado el misterio o el misterio es demasiado opaco, pesado.


El conjunto está construido con la armonía del poder supremo bendecido por el cielo, siempre pensando en la eternidad, aunque ante mis ojos, estas puertas pierden su dimensión celestial y solo me traen el recuerdo del llanto y el dolor que claman. Esta grandeza respira el silencio de la intriga. 


Ni el color solemne que cubre su madera me aporta otra cosa que no sea una barrera que impide la ensoñación, que me niega la búsqueda del enigma. 


La cerámica, delicadamente trabajada de sus tejados, las pinturas florales y brillantes de las vigas que sostienen los aleros, la gracia de los animales en las nervaduras del tejado …, todo queda sometido a ese rojo oscuro, denso como la sangre, que pinta los muros que amparan esas puertas cuya belleza se me resiste y cuyo enigma permanece mudo.


Estas puertas pesan como el mutismo oscuro de los siglos y me transmiten el espanto que han vivido, impenetrables a las llamadas de auxilio, impasibles ante el clamor del hambre y la pobreza.


Cerradas o abiertas, castigadas por las lluvias o agostadas por el sol, su mensaje es de silencio culpable, una reflexión sobre su historia. Su inmovilidad ha destruido algunos sueños y no consigue preservar la belleza.


Esta vez, la belleza y el misterio, custodiados por estas puertas revisten la forma de un deseo incumplido.



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