CARTA ABIERTA Nº 13 A JOSÉ MATEOS

CARTA ABIERTA A JOSÉ MATEOS, Nº 13.


Buenas tardes, José.


Hace ya tiempo que interrumpí el flujo de estas cartas que te ido escribiendo.


He sabido, como muchas personas que te seguimos, que te han tenido ocupado otras presencias no precisamente amables que te han asediado durante un tiempo, un tiempo que has destinado a tu sanación y que te ha dejado una huella creo que importante.


Digo lo de la huella porque una parte de ese tiempo de tu vida nos lo has devuelto con tu poemario “La hora del lobo” que he leído recientemente.


La presencia del hospital, de tu dolor y, tal vez, de tu incertidumbre, queda reflejada en muchos de los poemas, pero lo hace con la suavidad de la pluma de un pájaro que se posa sobre el musgo húmedo y perdura y perdura para el deleite del que pase a su lado.


Me ha parecido que en estos poemas está la huella de ese tiempo, una pisada que les ha dado serenidad , pero no fragilidad, más bien seguridad diría yo.


Algo de la desolación que sentías se deja entrever en el poema “En una piedra asiria”. Ahí está la enfermedad, un pozo oscuro, sin luz, aterrador en algunos momentos, una compañía que te ha mirado y te ha dicho: ¡Silencio!, lo que pase, pasa entre tú y yo.


Una habitación puede ser cobijo, abrigo para el frío, nido de amor, refugio contra el ruido, pero parece que la habitación 472 estuvo llena de soledad y renuncias. Alegrémonos de tu regreso.


Un viaje de ida y vuelta se aprecia en tu poema “Buenas noches”, un camino recorrido en sentidos opuestos y con billete para muchos viajes. ¿Cuantos viajes es posible hacer en ese recorrido con la conciencia?


Me ha parecido que un trocito de los clásicos más místicos ha vuelto a tus manos y a tu voz cuando has escrito el poema “Cárcel de amor”.


¿Qué puedo decir de esa llamada desesperada y esperanzada, firme y dulce a la vez, que lanzas al otoño en una servilleta del hospital? Vade retro, espíritu adverso, deja que llegue el aire y me salpique el agua fresca.


Mucha entrega y aceptación en el poema “Ven, si es la hora..”. Ha llegado la hora del lobo y ojalá nos encuentre maduros, como dices, para su otoño.


Quiero creer contigo el mensaje de los últimos versos de tu poema “Epitafio cristiano” que me atrevo a repetir aquí:


“Atrévete a querer. No tengas miedo.

Hay un lugar donde la muerte acaba”.


Me gusta el recorrido que haces en “Canción de Pascua”. Por los versos del poema pasa una mirada amplia, profunda, en calma, una mirada que despierta dudas y las convierte en aceptación.


De tu poema “Cantar de amigo”, me quedo con todo, pero sus versos me llevan a pensar en lo que ni siquiera querrá de mi la muerte y, por qué no, lo no quiso ni la vida ni la muerte.


Perdónanos señor, no solamente por la floración del almendro, hazlo también, por favor, por haberte conocido, por crearnos esa especie de dependencia. A veces pienso que te sobramos todos, Señor.


Un día tendremos que hacer un monumento a nuestros grillos, cada uno al suyo.


He tenido que volver y volver a tu poema “Canción de las apariencias”. Cada vez que he vuelto, se ha abierto una puerta en mi mente. Algunas se han ido lejos, demasiado pronto, y he tenido que volver a tus versos.


Me ha parecido percibir, José, algo de aceptación estoica en tu poema “Recuerdo de unos días de alquiler”.


Esa nube nos inspira todo eso y más. En ocasiones, cuando más parece decirme, más me pregunto si es a mí a quién habla o, en realidad, pasa sin mirarnos.


Me ha sorprendido alegremente ver que dedicas un poema a un amigo común, Victor Herrero. Hay amigos con los que nunca acabas de hablar de todo lo que quisieras.


Y así, José, con la delicadeza que mi tosquedad impone en mi mirada, he ido leyendo y pensando y viviendo tus poemas.


Gracias una vez más.


Un abrazo y hasta pronto.


Isidoro Parra.

Pamplona, febrero de 2023






Comentarios

Entradas populares