ENIGMAS. EL EQUILIBRIO DEL CÍRCULO

 EL EQUILIBRIO DEL CÍRCULO


Acata esa belleza, tan superior a ti, y déjala perderse.

Y que el silencio sea tu forma de lenguaje.

José Cereijo: Luz de marzo (Música para sueños) 


Fotografía: Isidoro Parra.


Cuando pienso en mi niñez y traigo a mi mente mis primeros recuerdos, en los que comenzaba a interiorizar conceptos, el símbolo de la rueda -un círculo- era una visión en movimiento. Daba igual que fuera la rueda de un carro tirado por mulas que la rueda de una bicicleta o el aro de cualquier armadura rodante que, ya vacío, nos servía a los chavales del barrio para dejarlo correr por las calles, conduciéndolo con un gancho adaptado. En todo caso, era movimiento, nunca una puerta inmóvil en medio de un muro.


El círculo también me recuerda a una pelota, un globo, un tambor, una galleta para hincharla de leche; todos ellos imágenes con una expresión de movimiento.


Puestos a recordar y soñar, también podría ser una luna llena o el sol de cada día, los ojos de tu madre o los de tu padre, cualquier cosa menos un vano de paso. En nuestra cultura occidental, las puertas han sido y son rectangulares o cuadradas, siempre verticales, importantes, pero nunca circulares.


Las primeras puertas redondas, contempladas en directo, las vi en China.


De forma especial, recuerdo esta que da entrada a un pabellón en el Templo del Cielo, en Pekín.


El ambiente y el entorno también cuentan. Por eso, es oportuno decir que estamos en 2010, visitando China con personas queridas. Recorremos la amplia extensión de ese recinto y Mariano nos cuenta su historia, la de sus pabellones, sus significados y sus usos, las costumbres de los emperadores, la vida en aquella época tan lejana. Además, lo hace con tal profusión de detalles que nos provoca admiración, de modo que todos caminamos con mucho respeto y expectación.


En una parte del recorrido topamos con esta puerta circular, cuya forma no es la primera que hemos visto en este viaje ni será, probablemente, la última. Su tamaño y su forma, el delicado color del mármol y de las paredes, la sombra que la protege, todo nos invita a atravesarla.


Una circunferencia tan delicada no puede ser el final de nada, tiene que guardar sorpresas cálidas, saberes ocultos; tiene que conducir a otras vías para encontrarse con otros ojos con los que cruzar las miradas y también con uno mismo.


Es tan humilde que podría pasar desapercibida, pero su forma es golosa, incita a tocar su dintel sin fisuras ni rincones.


Parece la representación de la transparencia, pero oculta mucho más de lo que muestra: en apariencia, solo enseña el camino a seguir.


Haré caso a Cereijo, acatando esa belleza tan superior a mí. Así son los signos que vemos por primera vez, los que nos remueven de la comodidad para invitarnos a explorar otros paisajes, otras formas que, por desconocidas, deberían interesarnos.


Así que, siguiendo sus palabras, la cruzo en silencio, con respeto.


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