CARTA ABIERTA Nº 1 A GUILLERMO CARNERO

CARTA ABIERTA Nº 1 A GUILLERMO CARNERO


Buenas tardes, Guillermo.


Llevo varios días envuelto en una nube gris, oscura, que ocupa el espacio que me rodea. Los vientos de varios puntos soplan contra mi equilibrio y la nave hace aguas.


En medio de este ambiente enrarecido, algunos versos de los libros que comprenden la recopilación de tu poesía entre 1966 y 1977, que se publicó en Hiperión bajo el título “Ensayo de una teoría de la visión”, han abierto ventanas en medio del humo y me han dado aire para seguir caminando. Ya por ello, gracias.


En ese primer libro, “Dibujo de la muerte”, me he detenido en el primer poema, “Ávila”, y he recordado la piedra gris, porosa, de sus murallas, en las que caben todos los sueños y todas las imágenes que recuerdas y que vuelcas en el poema, pero lo que me ha dado aire son los versos finales que me permito reproducir en esta carta:


“Por eso, entre el inmenso latido de la noche, 

elevado entre un rumor de vides húmedas, es triste 

no tener ni siquiera un puñado de palabras, un débil 

recuerdo tibio, para aquí, en la noche, 

imaginar que algún día podremos 

inventarnos, que al fin hemos vivido.”


También he viajado contigo hasta Rímini, lugar que visité hace ya muchos años. En ocasiones, las certezas, aunque no sean alegres, dejan paz en la mente y en el alma. Así lo he percibido al leer esos versos:


“Quizá será la muerte 

la única certeza que nos ha sido dado alzar sobre la tierra.”


Me he embarcado contigo hacia Cyterea y me he recreado en los últimos versos de ese poema que cierra el libro:


“Y no guardo rencor 

sino un deseo inhábil que no colman 

las acrobacias de la voluntad, 

y cierta ingratitud no muy profunda.”


En el libro “El sueño de Escipión”, me ha alcanzado el relámpago que traía consigo la certeza ineludible que disipa cualquier intento de cultivar la vanidad, incluso la de escribir:


“La inmortalidad 

es patrimonio firme de lo muerto”


En ese mismo poema, me ha llegado el eco de los recuerdos y de la distancia, compañeros de mis días y mis noches:


“Así el recuerdo ejerce 

su innoble potestad: no rememora, elude.

Y confiere el carisma de su tristeza vaga 

a los días perdidos, que cobran en la ausencia 

una serena lejanía.”


Inicio y final del poema “Elogio de Linneo”, limitando lo poderoso y planteando alternativas a lo aparente:


“El poder de una ciencia 

no es conocer el mundo: dar orden al espíritu.


../…


Y recorrer con método 

los desvaríos de su lógica; si de pájaros hablo, 

prestar más atención a las aves zancudas.”


Muchos mensajes, mucha belleza y muchos pensamientos para perderse intentando descifrar su sentido, su apuesta y su verdad, en el poema “Chagrin d’amour príncipe d’oeuvre d’art”:


“Y la felicidad no tiene historia.


../…


Banalidad sin duda 

y humildad de vivir: una falta de gusto.


Estéril todavía más que la dicha misma acaso 

este poema.


../…


Bastardos los gozos del poeta, como su diosa misma.


../…


La palabra es un don 

para quien nada siente.


../…


Porque el amor nos salva: no haber vivido en vano.


../…


Gracias a un cuerpo 

apetecer el mundo, y gracias al dolor 

(preferimos nombrarlo con más delicadeza) 

recobrar el dominio 

de la palabra, el alma 

de las cosas.


../…


La palabra es un don, y sus goces bastardos 

me dan razón de ti, son tu mejor herencia.

Pero no sin ficción.” 


He pasado unas horas leyendo y releyendo los poemas de “Variaciones y figuras”, pero me he detenido de forma especial en esa petición en forma de poema “Dad limosna a Belisario”, con esos versos en los que retratas los límites de un recuerdo:


“Apresar el calor de un instante es 

producir un día de olvido el deleznable milagro 

de recomponer el recuerdo con sus límites, 

oficiar para otros el triunfo de la ausencia.”


Puestos a darle vueltas a las sombras y las dudas, tal vez sea cierto eso de que “En el dolor se engendra la conciencia”. Si es así, todo esfuerzo y dolor es aceptable.


Gracias, Guillermo, por estas horas que han disipado las sombras o las han hecho más leves.


Hasta pronto,


Pamplona, diciembre de 2022.

Isidoro Parra.

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