ENIGMAS. EL CÍRCULO TRAS EL DINTEL

EL CÍRCULO TRAS EL DINTEL

 


Lo inacabado, lo incompleto, son esenciales para alcanzar la perfección.

Christian Bobin: Soberanía del vacío.


Acuarela: José Zamarbide


Estamos en 2010 y Pekín es una convulsión de grúas y obras.


Este país y esta ciudad se construyen día a día como un torrente que, con prisa febril, destruye el pasado y construye decorados e imágenes para nuevos tiempos. Los símbolos y formas de antaño se mezclan en los proyectos más actuales, en una transición lenta que parece no querer abandonar sus tradiciones y su historia.


En cada calle, en cada hutong, se multiplican las modernas construcciones y los negocios más innovadores. Parece que nacen cada mañana y se unen con otros ya existentes, como una plantación de setas que crecen en la oscuridad.


A pesar de ello, el cemento, el ladrillo, la madera y la teja gris llenan los nuevos espacios abiertos para forjar la impresión de que nada cambia totalmente.


Este hueco que crece para ser entrada y bienvenida ya ha definido el vano entre los muros, ya está acoplando la madera al ladrillo, lista para ser pintada, para que flores, nubes y pájaros nos hagan olvidar la dureza de estos comienzos.


Más allá del umbral, se apunta esa puerta círculo protegida por la serpiente de tejas que la cubre y que anuncia un espacio diferente, seguramente un jardín, agua, sombra y armonía futuras.


A pesar de las máquinas, del desorden, del polvo que vuela hacia las nubes, el proyecto atesora ya su forma, la grandeza de su entrada, los espacios dibujados, los muros ya elevados.


Hoy es más que una idea. Es una promesa más que anunciada, son las puertas más allá de las puertas, las ilusiones naciendo y creciendo para cumplir un deseo, para hacer realidad un sueño que mira al futuro.


Ahora las veo como un breve corredor, una galería de guiños en la aurora de esta ilusión; mañana puede que se queden entreabiertas, que nos enseñen, con sus vestidos vegetales, el círculo que hoy se nos muestra desnudo, pero también es posible que permanezcan cerradas a cal y canto, que nos oculten sus placeres.


Hoy, sus espacios abiertos me permiten volar e imaginar mucho más de lo que puedan llegar a ser. Los futuros atardeceres les darán su propia realidad, la que sea.


Bobin, maestro de esa concisión que no he aprendido, lo expresó con precisión: todo lo inacabado requiere lo que le falta para alcanzar la perfección; lo incompleto me permite ver lo invisible.


Por eso, hoy son más mías de lo que serán mañana.


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