ENIGMAS. SOMBRAS CONTRA EL DESIERTO

SOMBRAS CONTRA EL DESIERTO





No dejes que las sombras cierren (o abran) las puertas…

Roberto Bolaño: Procura no dormir, (Roberto, me digo…)


Fotografía: Isidoro Parra.


Caminamos por las tierras de la Ruta de la Seda en este año de 2012.


Esto que veo ante mis ojos parece un túnel oscuro, aunque yo lo percibo como una puerta abierta para el descanso de muchos rumores.


Es el camino que me lleva del sol a la sombra, que me saca de la sombra al sol.


Hasta los secaderos de uvas, que precisan del astro luminoso para arrugar su piel, cubren de penumbra los racimos colgados de los maderos que se sostienen en los huecos abiertos en sus muros de ladrillo.


Aquí, entre estas paredes ventiladas, se hace densa la pulpa de las uvas de esta tierra, verdes, marrones, oscuras, casi carne.


Los muros de este túnel, pintados de barro seco, son el dintel en el que descansar en las horas más agrestes, esas en las que el sol pasa de ser bendición a castigo.


La paleta es casi monocolor, prevalecen los ocres, la tierra en sus orígenes. La diferencia solo la marca la sombra que oscurece el brillo externo y lo proyecta hasta el negro, hasta lo más profundo de todos nosotros.


En esta tierra dura, expuesta a vientos secos que barren las calles y los tejados, que entran por todos los resquicios, las puertas abiertas perduran más allá de nuestro sofoco, contemplan mudas el trasiego de esfuerzos y fatigas. ¿Será porque no cierran nada? ¿Será porque dejan pasar por ellas a todas las generaciones que las cruzan buscando otras salidas, persiguiendo cada día una ilusión?


Es cierto que estas son tránsito hacia otras de madera, hacia las que albergan más vida o más plegarias, más trabajo; pero también son fuentes sin agua en las que refrescarse del sol, penumbras para recuperar la vista, alientos para nutrir nuestras esperanzas.


Aquí, cobijados, apreciamos la nitidez de las formas y la luz incandescente que aplana todos los colores, que funde materiales, aire y miradas.


El viento y la arena del desierto castigan los frutos, los materiales y las almas.


¿Qué sería del día en estas tierras de sequedades permanentes, de los cuerpos erguidos sobre el polvo, si no se abrieran puertas a la sombra?


La luz se detiene justo en su borde, respetando la intimidad que nos acoge, mientras preparamos nuestro cuerpo para el golpe de luz que nos espera.


Esta puerta es un testigo de permanencias y un punto de fuga: luz y sombras, positivo o negativo, armonía de los contrarios.


Apoyado en las paredes de este túnel, se hacen reales la palabras de Roberto Bolaño: ni puedo ni quiero dejar que las sombras cierren otras puertas que deben permanecer abiertas.


Comentarios

  1. Gracias. A mi, el lugar, cuando lo visité, me pareció increíble de otro mundo. Así, a la hora de escribir, era más fácil, más evocador.

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