ESTA MAÑANA
ESTA MAÑANA
Esta mañana era distinta. Un poco de nieve
en el suelo. El sol flotando en el cielo claro
y azul. El mar azul y luego azul verdoso
hasta donde alcanzaba la vista.
Apenas agitado. En calma. Me vestí y salí
a dar un paseo, decidido a no volver
sin haber obtenido lo que la naturaleza me ofrecía.
Pasé junto a unos árboles viejos, curvados.
Crucé un prado salpicado de rocas
en las que se amontonaba la nieve. Seguí
hasta llegar al acantilado.
Desde allí miré el mar, el cielo y
las gaviotas girando en círculo sobre la playa blanca
allá abajo. Todo encantador. Todo bañado en una luz
fría y pura. Pero, como siempre, mis pensamientos
empezaron a dispersarse. Tuve que obligarme
a ver lo que estaba viendo
y nada más. Tuve que decirme a mí mismo esto es lo que
importa, no lo otro (¡y lo logré
durante uno o dos minutos!) Durante un par de minutos
aquello se impuso a las preocupaciones habituales sobre
lo que va bien y lo que va mal: obligaciones,
recuerdos emotivos, pensamientos sobre la muerte, o cómo debo tratar
a mi primera mujer. Todas esas cosas
que esperaba que desaparecieran esta mañana.
El género con el que convivo cada día. Que
he pisoteado para poder sobrevivir.
Pero durante uno o dos minutos me olvidé
de mí mismo y de todo lo demás. Sé que lo hice.
Porque cuando me di la vuelta no sabía
dónde estaba. Hasta que surgieron unos pájaros
de los árboles nudosos. Y volaron
en la dirección que yo necesitaba que volaran.
Poema de Raymond Carver,
de su poemario “Ultramar”.
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