ENIGMAS. NARANJA, GRANITO Y ETERNIDAD.

 NARANJA, GRANITO Y ETERNIDAD



Me acordé de que para los clásicos chinos la transparencia o touming es una de las aspiraciones del hombre noble, aquel que está en el mundo para trenzar sus bellezas y desgarrar sus nexos.

Mario Satz: El jardín de las cigarras (Pequeños paraísos. El espíritu de los jardines)


Acuarela: José Zamarbide



Subo por los senderos que me llevan a la cima del monte Inari, custodiado por los torii pintados de bermellón.


Supongo que, buscando la perdurabilidad como desafío a la finitud, se ha ido sustituyendo la madera por el granito. A los ligeros torii de la parte baja se han ido añadiendo altares, enormes cascabeles de la buena suerte, carteles y símbolos que recuerden al que ya ha partido.


No dejo de ver puertas, ofrendas, mensajes y espacios para el retiro eterno. Al ascender, las ofrendas son cada vez más suntuosas. El alarde de riqueza es más que evidente. Muchos han debido ser los éxitos conseguidos por empresas y hombres ilustres para levantar estos altares de agradecimiento. Viendo la evolución y los ornamentos, cuanto más arriba en la colina y más cerca del santuario, mayor demostración de poder y de fama.


Al final, la profusión de lujo y riqueza es tan evidente que el aire se carga de materialidad y va orillando la espiritualidad a lugares más apartados, más modestos.


Me sorprende un elemento especial en uno de los altares: una muralla de enormes y bellos barriles de sake. Seguramente, el que partió disfrutó de  esa bebida con generosidad o, tal vez, le produjo buenos beneficios.


Me detengo e intento pensar en el significado de estos símbolos. Me atrapan, pero me ocultan su sentido. Demasiados esfuerzos en mantener la mirada de los dioses en nosotros y demasiados derroches de vanidad.


Pongo por delante mi recogimiento y mi ignorancia y no niego que la paz que se crea en el entorno de estos santuarios me llena de equilibrio, pero me falta la comprensión. No me basta con la imaginación y la belleza.


No me olvido de la elegancia de las puertas que, como garzas inmóviles, se apoderan de lomas y pasillos.


No sé si estos torii reflejan el equilibrio de una cultura o se mantienen tensos conservando una verticalidad solo sostenida por el viento.


Su aparente fragilidad es, también, una llamada hacia lo inaprensible, hacia el misterio. 


El vano que enmarcan es el pasillo para hacer circular los deseos y los agradecimientos, el asombro y la resistencia a aceptar la finitud.


Según decía Satz, “para los clásicos chinos, la transparencia es una de las aspiraciones del hombre noble, aquel que está en el mundo para trenzar sus bellezas y desgarrar sus nexos”.

 

Mentalmente, les pido perdón a los japoneses por utilizar una cita literaria referida al país vecino, pero la proximidad genera confianza y, por ella, abrazamos el error.


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