MI MUERTE

MI MUERTE




Si tengo suerte, estaré conectado 

a una cama de hospital. Tubos 

por la nariz. Pero intentad no asustaros, amigos.

Os digo desde ahora que está bien así.

Poco se puede pedir al final.

Espero que alguien telefonee a los demás 

para decir, “¡ven rápido, se está yendo!”

Y vendrán. Así tendré tiempo 

para despedirme de las personas que amo.

Si tengo suerte, darán un paso adelante 

para que pueda verles por última vez 

y llevarme ese recuerdo.

Puede que bajen la mirada ante mí y quieran echar a correr 

y aullar. Pero, al menos, puesto que me quieren, 

me cogerán la mano y me dirán “Valor” 

o “Todo va a ir bien”.

Y tienen razón. Todo va a ir bien.

Me basta con que sepas lo feliz que me has hecho.

Sólo espero que siga la suerte y pueda mostrar 

mi agradecimiento.

Que pueda abrir y cerrar los ojos para decir

“Sí, te escucho. Te entiendo”.

Incluso que pueda llegar a decir algo así:

“También yo te quiero. Sé feliz”.

¡Así lo espero! Pero no quiero pedir demasiado.

Si no tengo suerte, si no la merezco, bueno, 

me tendré que ir sin decir adiós ni darle la mano a nadie.

Sin poder decirte lo mucho que te quise y lo mucho que disfruté 

de tu compañía todos estos años. En cualquier caso, 

no me guardes luto mucho tiempo. Quiero que sepas 

que fui feliz contigo.

Y recuerda que te dije esto hace tiempo, en abril de 1984.

Pero alégrate por mi si puedo morir en presencia 

de mis amigos y de mi familia. Si es así, créeme, 

salí de mi vida por la puerta grande. No perdí esta vez.


Poema de Raymond Carver, 

de su poemario “Donde el agua se une a otras aguas”.


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