RINCÓN DE LECTURAS XXXII. LA REGENTA.


 


LA REGENTA, de Leopoldo Alas Clarin.


La Regenta, al menos para mí, es uno de los libros malditos de la literatura española porque nunca había conseguido leerlo hasta ahora.


Este verano está siendo, como lector, un verano de retos.


Con el mejor ánimo, comencé la lectura al principio del verano y ha habido momentos en los que las páginas se me han caído encima y me han sepultado en el desaliento. El libro es largo, repetitivo y, en algunos momentos, aburrido y pesado, lento en el desarrollo de la acción. Tiene el tufillo de una historia antigua que se va quedando un poco vieja.


Al mismo tiempo, son igual de significativos otros aspectos que me ha ido dando la lectura.


La historia narrada es un repaso a una época de nuestra historia, de la de cada uno de nosotros, una historia completa, con los escenarios que muchos hemos vivido: las clases pudientes que eran socias del Casino, la Iglesia con sus personajes particulares y con su poder, directo o indirecto, las intrigas políticas, los rumores y comentarios insidiosos, las envidias, las calles mal iluminadas de cualquier pueblo o ciudad, el poder del comercio, etc…


Por lo que al escenario se refiere, Oviedo se asienta en cada página: Vetusta le va bien como nombre, se ajusta al perfil de la ciudad en aquella época.


En cuanto a los personajes, es curioso que, yo al menos, no pueda salvar a ninguno por su carácter o por alguna obra buena que insufle un poco de esperanza al ambiente. En este sentido, todos ellos son o cortos de alcance de vista o solamente interesados o apocados, aunque también los hay bravucones portadores de malas intenciones. Un mosaico de caracteres que no permite vislumbrar esperanza alguna a esa sociedad. Literariamente están bien diseñados, pero humanamente son deplorables. Podría entenderse que el autor no tenía una buena relación y tampoco una buena opinión de sus conciudadanos.


Ni siquiera la Regenta destaca por su valor, más bien por sus titubeos, sus dudas y su falta de valentía, aunque si miramos su infancia y el sometimiento a la Iglesia, más bien es el único personaje a compadecer.


Si la novela es triste y desalentadora, el final rompe cualquier atisbo de encontrar una luz, ni la lealtad, ni la bondad, ni la luz ni un mañana asoma por sus páginas.


A pesar de lo dicho, tengo que presentar mis tardíos respetos al autor porque, sin duda, si no es la novela por excelencia de la literatura española, es una de sus más altas cimas.


Carácter no le falta.


Lectura recomendada.


Pamplona, verano 2023

Isidoro Parra.

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