ENIGMAS. LA PUERTA INFINITA

LA PUERTA INFINITA

 




No es inmortalidad lo que perdimos

                sino aire

                para los pasadizos de la noche.

Basilio Sánchez: XLVI (Esperando las noticias del agua)


Óleo: Mariano Peracho.



La puerta tras la puerta, el dintel tras el dintel, un laberinto de búsquedas y simetrías con un objetivo siempre deseado y en movimiento, el desasosiego en estado de alerta.


Año 2004 y Vietnam. Las ruinas de My Son son los restos de un santuario con muchos templos dedicados a Shiva, construidos entre los siglos IV y XV. En ellos, la naturaleza ha seguido haciendo su trabajo en favor o en contra de la finitud, mientras los hombres hemos abandonado nuestros afanes, dejando que el tiempo y los elementos tejan el destino de estas piedras. Las hiedras cubren los templos y, ante la pasividad humana, no sabría decir si esa invasión les suma o les resta.


La vegetación les da un hálito de vida al ladrillo y a la piedra, mientras los líquenes se apoderan de las superficies más sombrías, invadiéndolo todo.


Cada templo tiene su historia particular, su motivación y su misterio, pero yo me cobijo en esas puertas abiertas, con sus dinteles alineados, uno tras otro, que crean un corredor casi infinito en el que el destino se aleja y me hace libre para elegir la línea recta que persigue lo concreto o la huida, al amparo de la sombra en la que encontrarme.


El conjunto es una acumulación de devociones, de actitudes permanentes, de espera. En esa calma, me indica el camino hacia lo desconocido, una vía de escape pacífica y sutil, sin falsas promesas.


No tengo claro lo que me espera al final del corredor que me marcan estas puertas, pero la luz me empuja a seguir, a confiar en la apuesta, en un futuro que puedo vivir con cierta expectación.


Siento que las puertas de los templos me gustan más abiertas que cerradas: abiertas son una invitación, la acogida amable que se me ofrece y no me obliga. Cuando las veo cerradas las siento como un signo de defensa, de protección del supuesto valor que guardan en su interior, reflejo de ideas inamovibles. En la ausencia de barreras bajo el dintel, me encuentro con el silencio y las sombras que acarician mi pensamiento, que me invitan a dar un paso más y me acercan a mi yo más profundo. Cuando paso una puerta abierta sigo siendo yo, cuando dejo atrás una cerrada siento que algo de mí se ha quedado al otro lado.


Aquí, en My Son, ante cualquiera de estos dinteles que me empuja al siguiente, recuerdo haber sentido el vuelo de las aves, el canto del grillo y el susurro del viento entre los árboles; he respidado siglos de espiritualidad que el hombre no ha sido capaz de preservar ni de sumir por completo en el olvido.


Mi mirada quiere atravesar esa sucesión de puertas aparentemente vacías, llegar al final del recorrido, conocer mi destino; pero me rindo ante la grandeza de estos templos, ante la geometría ordenada de este túnel y me dejo mecer en la paz que respira.


Recordando las palabras del poeta, el aire protege la inmortalidad de estas puertas y el camino que muestran es un pasadizo de días luminosos, de vida que quiere continuar amando, sufriendo.


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