DESAMPAROS Y RESCATES. Y A PESAR DEL MOMENTO, ... ESA PAZ



Acuarela: José Zamarbide.


Y A PESAR DEL MOMENTO … ESA PAZ


Solo tienes 81 años, apenas nada en el devenir de esta estirpe de fugados del amor y los cuidados.


Tu cabeza parece sembrada de pelos blancos, alterados y fuera de su sitio, como si fueran los de un científico trastornado, olvidado de sí, una siembra que no ha dado resultados.


Tu cuerpo, desmadejado, se adapta a los pliegues de la cama como si fuera un saco de arena, como si tus huesos se hubieran ido a otro cuerpo y te hubieran dejado aquí, olvidado.


Al contemplarte, lo primero que se escucha es el ansia por tomar y exhalar aire, la necesidad -todavía presente- de respirar entrecortadamente.


Tu boca abierta, mostrando con pudor el borde de tus encías y sus vacíos.


Los brazos, en su día poderosos, están surcados de manchas moradas por las que escapa la sangre y la vida. Las arrugas de tu piel son surcos que tiemblan asustados. Esos brazos que levantaban, sin esfuerzo, pesados fardos de heno o de legumbres ya no te soportan, caen ahora sobre la ropa de la cama. La fuerza que vivió en ellos cuando empujaban bueyes o arrastraban arados, los empujan ahora hacia abajo y yacen cansados ya para siempre sobre las sábanas.


Esos brazos, invadidos de apósitos y vías, de avisos a navegantes y acompañantes, son un mapa de tu vida en estos días que transcurren lentos, como lo hace un dolor permanente.


Te miro y tu imagen es la de una entrega sin capacidad de reacción en la que, por fortuna, reina ya la aceptación. 


No hay nadie que coja tu mano, salvo los que te acompañamos sin saber si entiendes lo que hacemos. Tal vez por eso, no nos atrevemos a tomar la iniciativa de cobijar tu mano entre las nuestras.


De pronto, se abren tus párpados y tus ojos azules, claros como una playa al amanecer, llenan de luz la habitación; son tu conexión con el aire que te rodea. Supongo que eran un contraste curioso con el paisaje verde que te ha rodeado. 


Esos ojos permanecen ahora detenidos, miran al frente sin buscar más allá del vacío, miran sin ver, atentos solamente a visitas no deseadas que sabes que llegarán.


Un rictus de dolor se ha quedado grabado en tu semblante y te acompaña en tus movimientos.


Dejas que las manos expertas y delicadas de los sanitarios, que te hablan con el dulzor de la fruta madura y de la miel perfumada, se detengan en tu piel y hagan su trabajo, que te den el aliento que te falta.


Y yo, casi mudo, estoy en silencio. No me salen las palabras. No acabo de entender si es por no molestar o por acompañar tu silencio que respeto como sagrado. 


Creo que tu cuerpo agradece el calor de esta cama. En ella sientes la presencia de la materia que te sostiene.


Por lo que me han dicho, agradeces una mano acogiendo la tuya, pero yo mantengo una distancia que no entiendo. ¿Es solamente respeto?


Necesitas recuperarte de la soledad demasiado vivida. Parece que quieres sentir lo que pueda darte todavía la vida.


No estamos hablando mucho y no te he dicho mi nombre. Ese secreto me hace sentirme más ajeno y no es esa la forma en que quiero vivir mi presencia junto a tu lecho. Quisiera darte más, incluso lo que no puedo.


Cierras y abres los ojos con intervalos de pocos minutos: parece que transitaras parajes lejanos, buscando lo que esperas encontrar, lo que sabes que vas a ver.


Es lo que pasa cuando ya se han cruzado muchas fronteras. Creo que te da igual navegar con los ojos abiertos o cerrados. Es la paz del espíritu que te inunda.


Pienso que te sientes bien en esos campos de la entrega y la aceptación. Eso parece.


Dices que no tienes dolor y quieres dormir pero no consigues hacerlo. Es una lucha silenciosa entre el abandono y el deseo de no perderte nada.


Tus piernas, como si fueran un sonajero silencioso, tiemblan para despertarte y provocan que abras los ojos con la resignación del que no ve lo que desea.


Eres el retrato de un desamparo solitario en el que tu actitud es tu propio rescate. Eres el desamparo y el rescate.


El mío ha llegado cuando me has pedido varias veces la mano acercándome la tuya. Tu mano arde de vida bajo la mía.


Nunca sabrás lo que me has dado.


Me alejo del borde de tu cama y te quedas con un silencio más profundo que un océano.


Es tiempo de espera y de llegada.



Pamplona, enero de 2024

Isidoro Parra



Comentarios

  1. Como te he comentado otras veces, me impresiona vivamente estas escenas que describes tan bien. No me parece tarea fácil "comunicar" o "acoger" a estas personas en este tipo de escenarios: los silencios, gestos, la mano, la atención plena a los signos de vida... Gracias Isidoro, ha sido una experiencia leerte.

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    1. Gracias a tí, Alberto. Si algo de lo que escribo puede emocionar o arañar sentimiento, me vale.

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  2. Me ha parecido que más que una descripción de una situación vital de desamparo, es la vivencia de un final humanizado. ¡Qué de cosas se pueden hacer sin palabras!¡Qué belleza cuando lo que se vive es lo humano en toda su profundidad! Lo he vivido como si estuviera yo allí mismo. Al final no estoy tan lejos.

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  3. Roberto, igual tenemos que empezar a pensar como los griegos que creian que el tiempo es circular. Gracias.

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  4. Una muy buena descrición de muchos finales de vida.Cuando con levantar la mano están buscando un aliento de vida

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  5. Gracias. Me parece que tienes también experiencia en esto de los cuidados.

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  6. Mi querido Isidoro, eres el rey del escribir sencillamente (lo mas dificil) lo mas profundo de la vida, la muerte. Tengo el corazon en un puño, dolor, paz y serenidad al acabar las frases... Mil gracias. Un abrazo

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    1. Gracias a ti, Margot. ¿Nos vemos en las jornadas de Camus?

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    2. Si llegaré para la conferencia. Los dias de premios estaré en un taller que organizo en Francia! Nos vemos

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  7. La capacidad que demuestras para escribir sobre esas vivencias, la sensibilidad para percibir los detalles y describirlos con belleza, me ha emocionado y trasladado en el tiempo. Gracias Isidoro por escribir con tanto sentimiento.

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  8. Gracias a ti María, por conectar con lo que escribo.

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  9. Amigo, me has transportado a ese desamparo y a esa aceptación.Me has conmovido , has provocado mi emoción. Gracias

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    1. Gracias a tí. No hay mayor regalo que saber que has podido conmover a alguién.

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  10. Querido Isidoro: Expresas bien la incertidumbre y el temblor de no saber a veces cómo acercarnos a un final de vida que como bien dices, habrá hecho un largo recorrido por diferentes fases y experiencias, pero nunca por ese momento tan crucial. Qué bien planteas el no saber ni cómo coger su mano para sentir la tuya que al fin y al cabo le resultará extraña. Pero no obstante ahí estás, a pesar de tus dudas. Un abrazo.. Tommy

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    1. Creo que sería bonito irse con tus manos entre otras que te transmitan algo de calor.

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  11. Muchas gracias por compartir estos sentimientos, que cada vez son más necesarios en un mundo que lo despersonaliza todo.

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  12. Comparto lo que en estos momentos de mi vida es importante para mi y me alegro de poder tocar algo de la sensibilidad de otros. Gracias a ti.

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