ENIGMAS. ABIERTA A LA ESPERANZA

ABIERTA A LA ESPERANZA

 



Sentirás cómo su noche

oscura se vuelve clara

y en el lejano horizonte

empieza a rayar el alba.

José Bergamín: Esperando la mano de nieve.


Acuarela: José Zamarbide.



A Inma Pallarés, in memoriam


Noruega y el mar en 2018. Éste podría ser un mar cualquiera, pero no lo es, se nota. 


Éste es el mar de Barents, al norte: aguas frías que se alimentan y se alimentarán de los últimos hielos. Ese horizonte luminoso de este atardecer se duerme en el poniente de nuestras miradas.


Para mis ojos, esa línea en la que el cielo, las nubes y el mar crean una puerta cerrada en falso, es mi punto de fuga: el abismo por el que caen todos mis errores para descansar en esa habitación dormida de la memoria.


Navegar por estos mares que, en su quietud, podría llamar de la tranquilidad, está ensanchando los límites de mis sentidos. Me deja clavado en una aproximación a horizontes desconocidos hasta ahora.


En el momento en que estoy escribiendo estas líneas, en la primavera de 2020, me llega la noticia de la muerte, hace unas horas, de Inma, una persona joven que ocupa un espacio siempre presente en nuestras almas.


Por eso, ahora veo en esa puerta el paisaje en el que ella nos espera para volver a sonreírnos, para hablarnos de su suerte en la vida, de ese amor que la ha transformado, de esos hijos que reflejan toda su fuerza y su bondad, de esa familia que la adora y a la que deja sumida en un mar de tranquilidad. Nada pasa por casualidad. Su muerte ha sido un regalo aún mayor que su vida.


Quiero volver a esta puerta del horizonte por la que se escapa la luz, sumiéndonos en la leve oscuridad de los atardeceres en las tierras del norte, nunca rotunda ni amenazante. Sé que en unas horas volverá a clarear para anunciar la continuidad de la vida. 


En la naturaleza como en el hombre, la vida está hecha de ciclos y de tiempo. Nuestra es la tarea de cómo vivirlos.


En el horizonte más oscuro siempre se esconde un alba esplendorosa.


Cuando hice la fotografía que ahora me vuelca este caudal de palabras, no podía imaginarme que el momento sería tan propicio para ver tantos matices en esas nubes que se desgajan, en ese sol que le cuesta ocultarse, en ese manto de agua que, como una seda, cubre nuestro camino.


No sé si llamarlo providencia, premonición o simplemente oportunidad, pero aquí, embargado de dolor y nostalgia por Inma y los suyos –también nos ha hecho sentir que nosotros lo somos-, quiero depositar en esta puerta mi plegaria por ella y mis abrazos más cálidos, de nuestra casa a la suya, de nuestro cuerpo al suyo.


Vuelvo a mirar esa puerta del horizonte y sé con total seguridad que Inma también está allí. En realidad, está en todos los sitios en los que la pensemos.


Nosotros, tomando las palabras de Bergamín, sentimos que la noche oscura de Inma se vuelve clara y en la línea del horizonte en el que nos espera empieza a rayar el alba.


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